La arquitectura es política. Siempre lo ha sido. Los edificios, al igual que ocurre con las personas, no pueden no ser políticos. No hay arquitectura apolítica y los dirigentes de Podemos lo han aprendido de la peor manera posible.

La polémica reciente surgida a raíz de la compra por parte de los dirigentes de Podemos de una vivienda familiar, un chalet, de unas dimensiones considerables, con equipamientos como piscina o huerto y con un precio de 600.000€ ha generado una importante tormenta, dentro y fuera de su grupo de votantes. La razón es la "incoherencia" de su planteamiento político respecto de la arquitectura que valoran para "su futuro y el de sus hijos".

No debería sorprendernos. La historia está plagada de un uso político de la arquitectura. La arquitectura nació con la política. Comparten ADN. La adecuación de las cuevas prehistóricas ya tenía trazos políticos. El fondo, la entrada. Arriba, abajo. La primera cavidad, la segunda. La parte más húmeda, la menos.

Desde el momento en el que se marca un lugar con un menhir o se crea una alineación de piedras se establece un centro o se define un límite. Cerca del centro, lejos del centro. A este lado o al otro.

Los asentamientos de los pueblos nómadas también son política. Más cerca del fuego, más lejos. Y así hasta nuestros días, pasando por arquitecturas que dividen villas patricias de casas de adobe, templos de campos, ciudades intramuros de ciudades extramuros. Castillos de chozas. Trincheras de tribunas.

Arquitectos de todos los tiempos construyeron y proyectaron grandes gestos políticos. El Vaticano. Los proyectos de Albert Speer para Hitler. No es casual que el afamado arquitecto actual Rem Koolhaas estudiara en profundidad el Muro de Berlín y lo usase como referencia de la potencia que alcanza la arquitectura cuando se despoja de su disimulo como arma política.

¿Les suena el Muro de Trump?

Los pequeños gestos arquitectónicos ahora adquieren otros tintes y otras escalas políticas. Si miramos la hemeroteca podríamos decir que en España esto ya había ocurrido. Pasó desapercibido para muchos, pero ya se puso el grito en el cielo desde la profesión -Colegios de Arquitectos y reconocidos arquitectos españoles- cuando nuestro Rey hizo su vivienda actual. La política que este edificio transmite, su propuesta de futuro, no dista tanto de la que con su compra han hecho los representantes de Podemos.

La vivienda de Pablo Iglesias e Irene Montero bebe de los sueños románticos de las ciudades jardín inglesas de finales del siglo XIX. El "estar cerca del campo". Un ideal de vuelta a la naturaleza cargado de visión idealista que impregna el imaginario colectivo actual.

Muchos pensarán, ¿quién no querría vivir así? "Cerca del campo", con un gran jardín, una piscina, una gran casa. Con madera, amplios sofás, mucha luz, silencio, sin vecinos molestos.

Es el ideal de la vida pseudo rural. La burbuja de equilibrio y armonía con las fuerzas vivas de lo natural. Una domesticación de la naturaleza al servicio del ser humano, desde la admiración por su belleza. Una admiración que obedece a impulsos primarios y a nuestra memoria, y que en parte bebe del desconocimiento de sus dinámicas reales. Esta tipología y modelo de uso del territorio en baja densidad en realidad conlleva la destrucción de los equilibrios naturales previos a su implantación si no se hace adecuadamente (como es la inmensa mayoría de los casos, lamentablemente).

Que los humanos vivamos consumiendo tanto espacio por persona y con determinado grado de confort, tiene un alto precio en infraestructuras (viario, consumo de recursos, electricidad, alcantarillado, etc) que un ecosistema natural en equilibrio no asume fácilmente. Ése es uno de los riesgos de plantear a la ciudadanía continuar soñando con este futuro arquitectónico. Algo que los líderes de uno de los principales partidos políticos del país, por su consustancial condición de serlo, hacen quieran o no. Es evidente que deberían haber reflexionado más profundamente y asesorados por especialistas sobre esta compra.

La vivienda adquirida tiene algunas propuestas arquitectónico-políticas que sí serían coherentes con Podemos. Por ejemplo los huertos para autoconsumo. Aunque en el conjunto de la vivienda podría ser un gesto incluso cínico. Comparen esta propuesta de vínculo con la agricultura y la producción de proximidad con la vivienda y el entorno de la misma de referentes políticos del partido morado como José Mújica.

Es coherente también con Podemos, desde mi punto de vista, el valorar la arquitectura con un cierto componente vernacular por cuanto ésta suele armarse sobre una relación con lo local, con los materiales locales, y con soluciones muy adaptadas al clima sin grandes equipamientos eléctricos para el confort. Aunque probablemente la vivienda que han adquirido no sea realmente una vivienda rural rehabilitada, sino una imitación de ésta.

Los dirigentes de Podemos podrían haberse planteado otras opciones coherentes con su apuesta política. Por ejemplo, la sostenibilidad. En este caso habrían elegido una vivienda unifamiliar de nueva planta certificada PassivHaus, Cradle to Cradle y/o BREAAM, al máximo nivel. Con instalaciones de generación de energía renovable que dieran un saldo de consumo positivo.

O si no les gustaba esta estética de arquitectura sostenible actual, podrían haber optado por la cultura. En este caso podrían haber elegido comprar y rehabilitar un edificio catalogado.

Podrían haberse decidido por la acogida. En ese caso podrían haber planteado una vivienda con una gran parte para acoger a refugiados, o para adoptar niños desfavorecidos.

Podrían haber optado por el barrio. En ese caso habrían hecho como el alcalde de Cádiz, y habrían vivido en el lugar que crecieron, y haber apoyado con sus rutinas diarias al desarrollo de sus raíces espaciales y arquitectónicas.

Podrían haber optado por el grupo y la amistad. En ese caso podrían haber montado una cooperativa de vivienda con sus amigos y construir un bloque de viviendas para ellos.

Podrían haber optado por la caridad. En este caso podrían haber aprovechado su posición para ubicarse en el barrio más pobre de Madrid, y haber creado no una vivienda unifamiliar, sino un edificio mixto con guardería regentada por una ONG en la que ellos residieran. Apoyada por el músculo económico que su condición de personajes públicos les aporta. Recuerdo un planteamiento realizado en una favela en Sao Paulo que tuve el honor de visitar relacionado con esta opción que cito.

Podrían haber optado por la transformación urbana. Si la ciudad de Madrid no es un buen lugar para que crezcan los niños según los dirigentes de Podemos (y probablemente lleven toda la razón), tienen la ocasión de oro para transformarla ahora que tienen el poder en el Consistorio local.

Y muchos otros planteamientos arquitectónicos positivos y coherentes con planteamientos político-arquitectónicos democráticos.

Habría miles de propuestas interesantes, que de seguro muchos arquitectos estaríamos encantados de realizar y sobre las que reflexionar. La de la relación con la política es uno de los temas candentes en la profesión y tenemos excelentes profesionales en España de talla mundial profundizando en este tema. Prueba de ello son los numerosos premios que nuestros arquitectos cosechan en las citas de renombre mundial relacionadas con el tema.

Para finalizar, no les culpo por su decisión. Ni yo ni muchos otros. Pero me entristece y me parece que ha habido una oportunidad perdida una vez más. Ante la furia y el ruido que viven nuestros dirigentes políticos, podrían haber elegido muchas alternativas creativas y ejemplares de futuro.

Pero optaron por huir.