A un año de las próximas elecciones municipales, no estaría mal que nuestros partidos políticos se tomaran en serio sus programas y que los electores pudiéramos hacernos una idea del diseño de la ciudad y de las prioridades para los próximos cuatro años. Tal y como andamos de ánimos, se agradecerá el esfuerzo y, sobre todo, la concreción. Está bien lo de 489 medidas o más, pero algunos nos conformamos con un par de folios bien escritos. En lo que a mí respecta, con una vocación política bien escasa, y desde la convicción de que quienes están más de ocho años en la vida política activa acaban siendo una amenaza para la democracia y las buenas costumbres, me atrevo a sugerir algunos asuntos, por si sirvieran.

Uno. La Festa como prioridad absoluta. Da la sensación de que, como es un patrimonio del que podemos disponer, lo dejamos en un segundo plano, mientras pedimos lo que ni tenemos ni es probable que podamos conseguir. Habría que hacer posible que el Misteri se diera a conocer todos los días del año, utilizándose para ello un lugar emblemático como el del antiguo convento de Las Clarisas. Desde hace años, parece que todo el mundo está de acuerdo, pero nadie ha impulsado el proyecto. Una representación virtual con la mejor apuesta tecnológica, una pinacoteca y el museo que merece el trabajo más brillante que el pueblo de Elche ha sabido mantener desde hace 500 años. Todos los días del año tendrían que venir turistas y escolares, y ocurrirá cuando lo presentemos como merece. Y el aeropuerto de Elche-Alicante debería albergar una carpa en la que se pudiera ver La Festa con folletos en los principales idiomas. No es mucho pedir y está a nuestro alcance.

Dos. La Dama. Tan lógica es la reivindicación permanente por parte de nuestras autoridades locales, como la percepción de que nos podemos pasar todo el siglo XXI y los siguientes sin que se nos haga caso. Con gobiernos de derechas -Partido Popular o Ciudadanos-, no hay nada que hacer. Hoy mismo he escuchado a un tipo simpático que decía que había que acercar a los presos del PP al barrio de Salamanca, lo que es muy humano. Pero si alguien le preguntara a M. Rajoy por la tremenda injusticia de que la Dama siga en Madrid y no en Elche, respondería seguro con su contundencia habitual: «¿Eh?». Con partidos de izquierdas, resulta muy dudoso pensar en algo más que una cesión temporal como ocurrió con el gobierno de Rodríguez Zapatero en 2006. Desde el punto de vista de nuestros intereses, valdría la pena que la reivindicación permanente -además de las excursiones puntuales de nuestros alcaldes a Madrid-, se plasmara en que pusiéramos a punto un lugar para la exposición de la Dama, aun en ausencia, con la contextualización que fuera necesaria. Reivindicar, pues, año tras año, pero con los pies en el suelo y sabiendo jugar otras cartas. Una ciudad no puede vivir de quimeras.

Tres. El Palmeral. Los que tenemos nietos pequeños solemos subir de vez en cuando en el tren turístico. En buena parte del recorrido, da pena el estado de nuestro Patrimonio de la Humanidad. Un circuito pedagógicamente razonable para turistas y estudiantes resulta igualmente una tarea pendiente. Y que seamos referencia desde el punto de vista de la investigación, recuperando el viejo proyecto de la Estación Phoenix, también.

Cuatro. La escuela de pintura del Hort del Xocolater es una buena muestra de cómo podemos perder una de nuestras joyas de la corona y que pase prácticamente desapercibida su desaparición. ¿Seremos capaces de entender la relevancia cultural que suponía y luchar por recuperarla? Ojo, pues con los bienes culturales que nos quedan y los que habría que reponer. Por ejemplo, el museo que permitiera conocer lo mejor de nuestra pinacoteca histórica: Manuel Pérez Baeza, Aureliano Ibarra, José Gonzálvez, Jaime Lafuente, Francisco Rodríguez Clement, Mariano Antón y Vicente Albarranch, por citar sólo a los clásicos.

Y cinco. El Mercado Central se ha convertido en los últimos años en otro patrimonio, pero por su condición de maldito. No hace falta ser urbanista para considerar que las 300 plazas de aparcamiento proyectadas constituyen la mayor barbaridad de lo que llevamos de siglo XXI en nuestra ciudad. Solo que los tiempos están cambiando para bien y los estropicios ya no salen gratis como antaño. Me fío bastante más del Institut d´Estudis Comarcals que de todos los partidos representados en el Ayuntamiento y los que están por entrar. Cuestión simplemente de capital humano. Y benditas las plataformas que obligan a tener en cuenta criterios arqueológicos, medioambientales y patrimoniales. No estamos solos, por fin.