La Constitución de 1978 nos ha proporcionado los mejores años de nuestra historia. Gracias a ella han sido posibles la garantía de los derechos y libertades, los fundamentos del Estado social, la participación democrática en la toma de decisiones, o el desarrollo de una profunda descentralización política a partir del reconocimiento de la diversidad de nuestro país; y con todo lo anterior, el incremento del bienestar de los españoles y la convivencia en armonía de todos ellos.

Los socialistas nos sentimos orgullosos de nuestra Constitución, de nuestra participación en su elaboración y defensa y de nuestra decisiva aportación a su aplicación y desarrollo por la legislación ordinaria.

La España de 2018 no es ya, en definitiva, la de 1978. Es una España constituida por millones de ciudadanas y ciudadanos más plurales, más heterogéneos, más formados, más participativos y más exigentes a la hora de reclamar el funcionamiento eficaz de sus instituciones y el respeto a sus derechos y libertades.

Nuestro Estado ahora necesita remodelarse para un nuevo largo periodo de convivencia con el objetivo fundamental de garantizar el progreso, la paz social, la estabilidad política y la solidaridad territorial. Cuatro razones fundamentales avalan la necesidad de la reforma:

Primera: Que la realidad se ha transformado tan profundamente que necesitamos extender y garantizar con suficiencia los derechos fundamentales, singularmente los derechos sociales básicos.

Segunda: Que la experiencia de estos cuarenta años ha puesto de relieve la existencia de instituciones y mecanismos que no cubren de manera adecuada los objetivos del Estado democrático y las exigencias de calidad democrática que demanda la ciudadanía.

Tercera: Que la Constitución dejó prácticamente en blanco el modelo territorial, por lo que hay que regular constitucionalmente lo que en 1978 se dejó muy abierto y sin precisar, actualizando y relegitimando nuestro modelo para mejorar la convivencia entre españoles y fortalecer nuestra unión ciudadana.

Cuarta: Que nuestra vocación europeísta nos exige reforzar el compromiso con la Unión Europea más social y decidida a la integración, articulando con ella nuestra relación, mejor y más intensamente, desde la propia norma constitucional.

Creemos que el tiempo para la reforma de la Constitución ya ha llegado. Debemos afrontar la reforma constitucional sin miedo, con ilusión y con esperanza. Y también, y sobre todo, con voluntad de diálogo y acuerdo. Convencidos de la función de integración de nuestra Constitución, marco común normativo fundamental que debe permitir y garantizar la actuación de todas las opciones políticas democráticas, no pretendemos imponer nuestras posiciones a nadie.

Por todo ello, sabemos que la reforma de la Constitución, en cuanto instrumento esencial de la convivencia, sólo tendrá sentido y sólo podrá salir adelante si es fruto del pacto, si cuenta con el apoyo de la gran mayoría de las fuerzas políticas y de la ciudadanía. Sabemos, incluso, que si la reforma concluye con éxito, no incluirá algunas de las propuestas que nosotros presentemos: los efectos del acuerdo compensarán con creces esas renuncias. Nuestra propuesta de reforma es una oferta abierta, llamada a completarse y discutirse con las que formulen el resto de los actores políticos y también la propia ciudadanía.

Queremos analizar todas ellas, discutirlas, buscar los puntos de convergencia, precisarlas y concluir con un acuerdo final ampliamente mayoritario, especialmente cuando alguna de ellas requiere el procedimiento agravado de reforma constitucional. Fuimos capaces de hacerlo con generosidad; los ciudadanos se merecen que hoy volvamos a ponernos de acuerdo en su nombre.

En concreto, planteamos modificar la Constitución con cinco objetivos generales para mejorar nuestro modelo de sociedad y de Estado.

1. Una sociedad y un Estado con más justicia social: incorporar a la Constitución mecanismos que garanticen el Estado del Bienestar fortaleciendo los derechos sociales. 2. Un Estado de Derecho revitalizado: fortalecer y ampliar los derechos y libertades. 3. Una sociedad y un Estado más democráticos: mejorar la calidad democrática y de las instituciones. Con el fin de recuperar y fortalecer el pacto ciudadano que sostiene a nuestras sociedades y que se contempla en esencia en la Constitución. 4. Un nuevo pacto territorial para una sociedad plural: reformar la estructura territorial del Estado con los principios y técnicas del federalismo. 5. Doble vocación europea e iberoamericana de España. Adecuar y reforzar nuestra articulación con la Unión Europea y colocar a España a la vanguardia de una Europa social. Reforzar nuestros lazos con los países hermanos de Iberoamérica.