El martes día 8 de mayo se inauguró en Madrid, la gran exposición retrospectiva de Eusebio Sempere, el artista alicantino más internacionalmente conocido. En el Museo Nacional Centro Arte Reina Sofía. Hasta el 17 de septiembre. La esperábamos hace mucho tiempo?

Todos los que caímos enredados en las líneas de la geometría semperiana, sabemos que éste es un gran acontecimiento. Para el artista y para Alicante. El reconocimiento «oficial» a la calidad indiscutible de la obra de Sempere. Una deuda pendiente. Un ajuste de cuentas con la historia del arte que ha primado algunos discursos artísticos por encima de otros, y que ha olvidado a creadores tan innovadores como Sempere que realizó «un trabajo tenaz de resistencia poética». Lo afirma Manuel Borja-Villel, director del MNCARS y comisario de la muestra junto a las conservadoras Belén Díaz de Rábago y Carmen Fernández Aparicio. Han hecho un excelente trabajo de investigación que se percibe tras la cuidadosa elección de cada una de las piezas que componen esta exposición. Sempere se ha superado a sí mismo.

No es este un artículo de reflexión sino de emoción. Tiempo habrá de valorar la importancia de la muestra dentro de la investigación semperiana y de analizar estilísticamente etapas, intereses plásticos, técnicas o fórmulas? tiempo hablar de reconocer el protagonismo de Eusebio Sempere en el contexto geométrico del arte español de la segunda mitad de siglo y de explorar los caminos innovadores de su plástica. Lo hemos escrito mil y una veces, Sempere recorre la historia de forma transversal apareciendo en todos los proyectos avanzados de su época, aportaciones en el camino de la modernidad de un artista profundamente convencido de la necesaria cultura artística.

Un artista cuya trayectoria vital se refleja en su trayectoria estética. No existe una sin la otra ni separadamente. Toda su vida ha girado en torno al arte, por y para el arte. Y recorrer esa vida es lo que nos propone la exposición del MNCARS.

La muestra comienza en un año clave para el artista, 1949. Sempere marcha a París y allí queda impactado por los ecos de las vanguardias. Las primeras obras abstractas de Sempere son emocionantes. Acuarelas y gouaches bellísimos (en conjunto por primera vez) que recuerdan a Braque, Klee, Kandinsky, Mondrian? tentativas iniciales donde el artista va tomando conciencia del abandono de la figuración. Y plenamente consciente aparece en la serie tan bien representada (hasta 50 obras): los gouaches de París fechados entre 1953 y 1959. La construcción de un lenguaje propio que le identifica para siempre.

Y entremedias, los relieves luminosos, su principal aportación al arte óptico y cinético y una de las más singulares. Excepcionales. Puedes quedarte embobado mirando esas lámparas surrealistas como las llamaba el artista, cuyo movimiento se resuelve por medio del encendido y apagado de bombillas. Y es que el MNCARS ha reunido una serie muy importante de ellos. Conmovedor es el primero de estos relieves luminosos, el que dibuja en una carta de 1955 a Alfons Roig para explicarle qué son esos artilugios y que el artista Jean Arp le compra admirado. Aquel mismo Arp que dirá de Sempere que ha dibujado proyectos de altura sobre los que llueve blanco de un cielo claro. Y emocionante también disfrutar del que entregó a Lucio Muñoz y Amalia Avia como regalo de boda.

La exposición continúa. La vida del artista avanza y su vuelta a España coincide con unas excepcionales tablas donde el gouache se traza sobre un fondo matérico. Nos lo contó Gustavo Torner tan emocionado como nosotros, recordando cómo le criticaron sus amigos artistas la inaudita perfección de uno de ellos; su truco para evitarla, poner un poco de arena en el gouache para hacer saltar la línea y que vibrara en sus pequeñas imperfecciones.

Si esta exposición marca un hito en el descubrimiento del artista, la reunión aquí de una serie de trabajos realizada en cartón es tan excepcional, que sólo por esa salita de collages realizados en los primeros años 60 vale la pena visitar esta exposición. Sobrecogen. Minuciosos trabajos de recorte de cartón en blanco, gris, pardo o negro; complejos entramados de líneas rectas y curvas que se superponen, avanzando así los trabajos en tres dimensiones posteriores.

Las rejas. En dorado, impactante. En azul, en plata, en negro. La reunión de esta serie de esculturas en dos planos es excepcional puesto que muchas de ellas no se habían mostrado en público. Otorgando movimiento a cada plano se consigue ese efecto moaré que atrapa al observador. Y su disposición en la sala consigue realzar su inaudita belleza.

No son menos admirables las tablas de finales de los 60 y primeros 70. Exquisitas. En azules, en ocres, en grises? las composiciones geométricas adquieren complejidad y las formas sorprenden. Líneas finas o gruesas. Una pintura para mirar de cerca.

Y es excepcional el relato de la aportación de Sempere a la cuestión «arte y ciencia». La participación del artista en algunos de los más importes ensayos e investigaciones en torno al mundo de la música contemporánea, la poesía concreta o el arte cibernético se da cita en un espacio presidido por La ley de la Buena Forma, un artefacto luminoso compuesto por 226 bombillas de colores que se encienden siguiendo una secuencia establecida, conformando círculos o cuadrados.

La exposición termina con la obra de mediados y finales de los años 70. La perfección resulta casi insultante. Los paisajes de Las cuatro estaciones o la pintura espiritual de alguna de sus tablas, hablan de un artista que ha alcanzado la perfección que buscaban los místicos. Las tres hermosas columnas del Museo de Arte Abstracto de Cuenca cierran esta exposición. El movimiento y el reflejo de la luz dejan prendida en el alma del espectador una de las aventuras estéticas más rigurosas y ejemplares, la de Eusebio Sempere.

Importantísima la aportación documental que esta exposición muestra a lo largo de todas las salas, documentos, fotografías, películas que descubren al Sempere más teórico que debe abrir los caminos de la investigación que todavía resta por acometer sobre el artista.

Lo dijo el crítico Aguilera Cerni: Si el mundo fuera justo ya habría puesto en algún sitio un gran letrero luminoso que dijera, encendiéndose y apagándose: S-E-M-P-E-R-E.