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Lorena Gil López

A contracorriente

L. Gil López

¿En la calle, mami?

El otro día estaba en casa y mi pequeña me soltó una de esas frases a las que nunca sé cómo responder, si suavizando el tema o con mi habitual franqueza. «Mami, nuestra casa es muy pequeña, yo quiero una más grande, como la del campo del yayo o de los abuelos». Al final opté por lo segundo, para qué ir con paños calientes. «Hija, hay gente que no tiene ni casa, y no le queda más que vivir, y dormir, en la calle». Capté en seguida la atención de mi pitufa de 6 años, que con mirada curiosa me preguntó: «¿Cómo es eso, mami, quién duerme en la calle? ¿Y por qué?». «Hay gente que no tiene dinero, que no tiene trabajo, que ha sufrido mucho en la vida y ahora no tiene más opciones que estar en la calle». Calló por unos momentos y entonces sentenció: «Bueno, mami, nuestra casa no es tan pequeña, a mí me gusta, nos la quedamos». Y cuando ya creía que el tema se acababa, lanzó: «Alguien que esté en la calle puede venir a casa, pero en mi cama que no duerma, en el sofá yo creo que cabe».

Pensé entonces en la información que estaba preparando mi compañero Pablo y que publicamos hoy: Las prostitutas empiezan a dejar la calle, pero no por que dejen de ejercer, sino porque se trasladan a pisos. Una noticia desalentadora, como la que ofrecimos hace dos semanas, cuando el Ayuntamiento de Alicante desmanteló un asentamiento en el que vivían indigentes y toxicómanos, que se han quedado sin su «casa» y de los que no se sabe dónde pueden estar ahora.

Dos casos que no deberían producirse, que las administraciones deberían poder atajar, poner todos los mecanismos a su alcance para conseguir que toda persona tenga un techo, y que ese techo sea digno.

Seis años tiene mi hija, toda la inocencia del mundo, cuánto por aprender... y una catarata de decepciones por descubrir.

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