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Francisco Esquivel

Tiene que llover

Francisco Esquivel

El puñetero arbusto

Tengo a Javier Cercas enfrente con un grupo de jóvenes dedicado a indagar en la literatura hispánica. Ya lo ven. Afortunadamente, hay gente p´a to. Lo último que me eché a la cara del escritor extremeño, afincado en Girona, fue una reflexión sobre la advertencia de un amigo americano que le decía que, «en cuanto un novelista empieza a opinar de política, es malo para la gente y para él, pero sobre todo para las novelas». Y le añadió: «¿No me digas que, con esas manifestaciones, creíste que ibas a contribuir a paliar la incompetencia del Gobierno español que no entendió que no se puede parar un intento de golpe de Estado en el XXI con instrumentos del XIX y que es posible que no vieras venir el cóctel de victimismo, egoísmo económico y narcisismo supremacista aliñado con chorritos de xenofobia con la de historia que has leído?». Conocedor de que el autor de Soldados de Salamina contestó que «no es lo mismo leerla que vivir la historia» tenía interés en apreciar hasta qué límite tenía alterado todo este proceso ?nunca mejor dicho? a un tipo de su cuajo. Y, afectado por lo que la sinrazón ha tocado del ala al ámbito familiar, es difícil que algo así no trastoque tu temple. Ya no solo es que siga concibiendo la literatura como un acto de rebeldía contra la estupidez, la realidad o el poder ni que sostenga que la palabra más importante es «no», sino que introdujo que «el novelista solo puede ser valiente al igual que el torero». El puñetero arbusto, que enturbia el bosque porque, sin dejar de hacer del miedo su razón de ser, Curro Romero fue encumbrado y Vargas Llosa, sin embargo, consintió en ser entrevistado por Tamara Falcó, que a eso hay que echarle valor. Lo que sí está contrastado es que Serrat agota con meses de antelación el papel de su gira, que algo tendrá que ver el zafarrancho que vienen montándole y que a saber qué harían si pudieran con don Quijote, montura de la lengua de Cervantes. El problema no es defender las ideas que sean, incluso las independentistas; el drama alardear de catetez y no darse cuenta.

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