El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, convertido el justiciero internacional del PowerPoint, presentó montones de documentos en 183 CDs que muestran que Irán tiene un programa armamentístico nuclear secreto. «Está engañando al mundo» aseguró en relación con el acuerdo de 2015 que limita su programa atómico. Efectivamente, Irán durante la presidencia del primer ministro Mahmud Ahmadineyad puso en marcha un intenso programa para fabricar armamento nuclear con una planta de enriquecimiento de uranio casi a pleno funcionamiento y otras instalaciones dispersas por todo el territorio. Era algo sabido y contrastado, y precisamente por eso se le presionó hasta firmar los acuerdos de 2015 en el que intervinieron Estados Unidos con Obama, Francia, Gran Bretaña, Alemania y, conviene no olvidarlo, Rusia y China. Es decir, todos los países con derecho a veto en el Consejo de Seguridad, más Alemania.

Ahora Netanyahu hace público el programa para «diseñar, producir y probar cinco cabezas nucleares cada una con 10 kilotones de TNT para su integración en un misil», el llamado Proyecto Amad, que en líneas generales ya conocían los aliados. El exasesor en el Consejo de Seguridad Nacional del presidente Obama, Robert Malley, ha escrito en su cuenta de Twitter: «Aparte el efecto político, no hay nada sustancial que no conociéramos antes del acuerdo, de hecho, el pacto se forjó para afrontar lo que ha sido descrito» por el primer ministro de Israel. La Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA), organismo dependiente de la ONU, ha certificado que Irán está cumpliendo con el acuerdo, no hay indicios de que este incumpliendo el tratado como han subrayado los firmantes. El «acuerdo nuclear no se basa en tener confianza sobre las intenciones de Irán sino en rigurosas verificaciones e investigaciones», ha dicho el ministro británico de Exteriores. Por eso, lo preocupante es la teatralizada exposición del primer ministro judío y los posibles objetivos que pueda esconder.

El primero es que el año que viene, hay elecciones parlamentarias en Israel. Y en noviembre las parciales norteamericanas. Tanto Netanyahu como Trump tienen interés en demostrar mano dura. Se trata pues de presionar al presidente norteamericano para que se decante a favor de cancelar el pacto atómico pues Donald Trump decidirá, antes del día 12 de este mes, si mantiene el compromiso de su país con el acuerdo de 2015. Trump ha criticada duramente a Obama por el acuerdo y, de momento, está incumpliéndolo porque mantiene las sanciones financieras a Irán. Por otra parte, y aprovechando que hay elecciones legislativas en el Líbano -lo que paraliza la posible respuesta de Hezbollah, el partido chiíta aliado de Irán- Israel ha lanzado ataques en gran escala con misiles o con bombarderos contra las bases militares con presencia iraní en Siria. Tanto Rusia como Irán responsabilizan a Israel de cinco ataques en los últimos ocho meses. La entrega de tierras palestinas a los colonos judíos, incumpliendo toda la legislación internacional, ha sido la forma de cosechar votos que Netanyahu viene repitiendo. La amenaza exterior es la ficción con que cierra filas. La superioridad militar convencional y nuclear de Israel es incontestable, como incuestionable es el respaldo de los EE UU al Estado de Israel. No siempre a la política expansionista de algunos de sus gobiernos, como el de Netanyahu.

Ambos coinciden en el calendario y también en la imputación por varios casos de corrupción. Netanyahu ya terminó su primer mandato condenado por corrupción y eliminado temporalmente de la vida política. A Donald J. Trump, el fiscal especial Mueller le va estrechando el cerco en torno a la trama rusa en las elecciones norteamericanas, sus vínculos y negocios con multimillonarios rusos, incluso hay sospechas de obstrucción a la justicia con el que puede vincularse el despido del anterior director del FBI, James Comey. De momento van seis imputados y cuatro ya colaboran con el fiscal Mueller. Trump dice que es una «caza de brujas».

Israel no puede atacar a Irán ni evitar que reinicie el programa nuclear -es la amenaza de Teherán si Trump rompe el pacto- sin el apoyo expreso y militar de EE UU, aunque sólo sea para reabastecer sus aviones. Tanto Irán como Israel tienen misiles capaces de alcanzar el territorio del otro. Y ambos disponen de los más modernos sistemas antimisiles ruso y norteamericano. «Juegos de guerra», ya se sabe, destrucción mutua asegurada. Ganador: ninguno. Ahora, que Trump convenza a Corea del Norte de que se desnuclearice. Igual le creen.