Una pregunta puede ser sólo una pregunta. También puede ser, en la práctica, una afirmación o una negación. A veces, lanzar una cuestión dependiendo del tono en el que se haga o el contexto existente, incluye una clara posición ante un tema. Esto ocurre con la pregunta que da título esta reflexión que aquí les traigo: ¿para qué queremos el liderazgo de las mujeres? Porque si la hacemos con carácter pedagógico, la entendemos de una manera. Pero si esta pregunta se realiza desde ciertos foros y acompañado de una comunicación no verbal y paraverbal concreta, entendemos otro.

Al mismo tiempo, sea el tono o el contexto que sea, hay preguntas que aglutinan en ellas siglos y siglos de preminencia de una cultura concreta, en este caso, la patriarcal, en la que la mujer ha sido relegada a una posición secundaria o gregaria.

Preguntarse ¿para qué queremos el liderazgo de las mujeres?, me genera una primera reflexión: ¿alguien se ha preguntado alguna vez para qué queremos el liderazgo de los hombres? Es más, me genera una segunda reflexión: ¿el liderazgo de los hombres ha supuesto un mundo mejor?, o mejor, ¿este mundo, planeta o sociedades lideradas históricamente casi en un 99% por hombres sería mejor si hubieran sido mujeres quienes hubieran estado en esos centros de decisión?

Lo cierto y verdad es que las mujeres tenemos tan difícil acceder a los liderazgos (ya sean políticos, económicos o sociales) que hasta tenemos que estar justificando por qué es bueno feminizar los liderazgos o dar una visión femenina a las decisiones políticas o empresariales. Es decir, nos toca (no sin buena intención) hablar de la «rentabilidad» de la visión femenina en ciertos entornos de decisión ya sea para proyectar una imagen de marca política o empresarial, o para, en efecto, la parte más positiva, de verdad conseguir mejores resultados en la gestión de una organización.

Ni qué decir tiene que en el caso contrario ?justificar la presencia de hombres- esta cuestión no se da, y si se da, es visto como una rareza, o es más, suele ser identificado como consecuencia de una maldad previa provocada por las «cuotas» o las «discriminaciones positivas». Al menos, yo nunca he oído decir «masculinicemos el consejo de administración de tal empresa para darle una visión diferente». Sería noticia de cabecera de televisiones a nivel planetario.

Estos días escuchaba en la radio a Soledad Gallego Díaz en relación a esta cuestión para decir, con mucha sencillez, que el hecho de que la mujer deba estar en los puestos de decisión y que nos falten más lideresas, no radica primigeniamente en las características positivas del liderazgo femenino (que son muchas y en muchos casos comparativamente mejores), sino por una cuestión de justicia. Y cogiendo esta reflexión (sé que no es nueva), siento esa justicia como la normalidad que debería situarnos en que somos la mitad de la sociedad y que por lo tanto, nuestra presencia debe estar, por redondear, en el 50/50 o en el 60/40 o en el 40/60, pero nunca en el 0/100, en el 10/90 o en el 20/80. Y no me vale el argumento de que «es que muchas mujeres no quieren», porque también hay muchos hombres que no quieren (o no deberían estar en puestos decisión) y lo están.

Por eso, y volviendo al principio, ¿es bueno preguntarse para qué queremos el liderazgo de las mujeres? Pues pese a todo lo escrito anteriormente sí, porque en efecto, esta sociedad sería otra si la mujer hubiera tenido la oportunidad de liderar, al menos, parte de su desarrollo, siendo consciente que liderar con otra mirada todavía no está de moda, pese a que nos atesoran más éxitos que fracasos. Eso sí, tengo claro que si se pone de moda, será para quedarse.

Y en estos días en los que las capacidades empáticas, la creatividad y la capacidad parece que son más necesarias que nunca, es el momento en el que también, desde el rincón de pensar en el que nos debemos situar la política, ser más humano también se ponga de moda.

Afirmaba recientemente la compañera socialista Carmen Calvo en una entrevista que «en política, a las mujeres primero nos miran y luego nos escuchan». Bueno yo voy a añadir que no siempre se nos escucha y lo de que primero nos miran, lo dejaremos en algo sintomático en el género humano. Por eso, reivindico el derecho a ser escuchadas y también el de dirigir las preguntas, aquellas que se hacen y que nos sitúan siempre en un papel que no debería ser el nuestro, si no lo hemos elegido. Y dejen que insista, ¿para qué queremos el liderazgo de las mujeres? Se admiten respuestas.