Los que ayer decían estar (por peatonalizar la Corredora) hoy ya no lo están y atacan a los que todavía están (tachándolos de antidemocráticos); ¿lo entiende usted?

Decía Marx (Groucho) que «es tan sencillo que incluso un niño de cinco años podría entenderlo», y acto seguido, para completar la hilaridad, pedía que viniera un niño de cinco años para aclarárselo a él. ¿Cómo le explicaríamos a un niño -inteligente, curioso y preguntón- las retorcidas complejidades de los avatares políticos, las trifulcas en los plenos del Ayuntamiento ilicitano (a las que él también asiste desde su casa, a través de los medios) o las dualidades irreconciliables a la hora de hacer cualquier actuación en nuestro entorno? ¿Cómo hacerle entender que todas esas personas que él ve, descalificándose mutuamente, tienen buenas intenciones y quieren lo mejor para nuestra ciudad y nuestro bienestar? Podríamos decirle que esas personas aman mucho a Elche y que por eso se apasionan tanto hasta descuidar la urbanidad (la cortesía para defender sus posturas).

Pero el chaval querría indagar más: ¿Por qué unos quieren restaurar el Mercado Central y otros derribarlo? ¿Por qué unos quieren peatonalizar la Corredera y otros, que también decían quererlo hacer, ahora no? ¿Por qué los mayores tienen tan opuestas opiniones sobre casi todo como si les encantara el conflicto permanente? Ante tanta duda, tendríamos que ser muy claros y concisos para no confundir más al curioso niño.

La Corredora (un pelín de historia) era un vial de dos carriles, una carretera: mucho tráfico y poca acera. Abrías tu local de comercio y te entraba, antes que la clientela, el hollín negro de los tubos de escape -como ahora pero más a lo bruto- y un ruido infernal. Algunos ediles de aquel entonces, con Oltra a la cabeza, se enfrentaron, con riesgo de perder su puesto y casi en solitario (solo con el apoyo de ecologistas de Margalló) a los «batallones conservadores» y, contra viento y marea, consiguieron que las aceras peatonales crecieran y menguara el tráfico a un solo carril.

Pero si el niño dice no entender el motivo de los conservadores para oponerse a conservar el centro de la ciudad tendremos que ser aún más didácticos.

Las palabras parecen querer confundirnos. Los conservadores (de antes y ahora) no están por preservar el medio ambiente de la Corredora ni por rehabilitar el famoso edificio del Mercado -ni el de El Progreso-. Sin embargo los, digamos, progresistas -paradoja semántica- están (antes y ahora) por peatonalizar el céntrico vial y por no destruir los emblemáticos edificios; es decir: estos últimos, por lo menos, son algo más conservacionistas (menos respirar partículas de plomo, más caminar y bici) con el hábitat y el patrimonio urbano.

Si el niño, que no entiende lo que es la demagogia pero se confunde con lo escuchado en contra de esas actuaciones (pacificar el tráfico, conservar inmuebles) cabría decirle que unos (los conservadores) dicen que restaurar edificios para el futuro es más caro y el no ir en coche por la Corredora arruinará al comercio; y los otros argumentan que tirar y construir contamina más (y que no es barato, ya que se cobran con nuestro patrimonio) y que peatonalizando la céntrica calle se revitaliza la zona.

Pero si el chaval no discierne quién es quién entre tantas formaciones políticas, qué personas; diremos, sintetizando, que está ahora el bloque «conservador» (Granero, Caballero, Pareja..) que se niegan a peatonalizar dicho vial sin previo derribo del Mercado y el otro bloque, el «progresista» (el bipartito: C. González, E. Díez...) con la otra postura.

Nos estamos jugando qué legado vamos a dejarles a los que vengan. ¿Podrán los niños que hoy tienen cinco años, en el futuro, pasear felices con sus hijos por el centro de esta villa bimilenaria entre el urbanismo histórico, sin malos humos y sin maldecirnos?