Los cambios no son buenos ni malos, son cambios. Lo importante es dónde nos llevan, qué queremos hacer y cómo podemos conseguirlo. Siempre se habla del modelo o proyecto de ciudad. Es fundamental qué se quiere hacer para dar los pasos hacia el objetivo.

La lucha por llegar al poder hace muchas veces que se confundan los medios con los fines.

La rocambolesca historia del cambio en la Alcaldía de Alicante no es más que la consecuencia de una serie de calamidades para la imagen de la ciudad que viene sucediéndose desde hace décadas sin pausa. No digo que sea bueno o malo este cambio producido, digo que la imagen de la ciudad quedó otra vez en entredicho. No somos capaces de colocar una buena noticia en el ámbito nacional ni pintándola, no tenemos la habilidad de pensar en lo bueno que generamos y nos hemos perdido en historias cutres o demasiado rebuscadas para sacar algo positivo de ellas.

Pero hay cosas en positivo que contar. La potenciación de la dieta mediterránea y su identificación con nuestra provincia es una magnifica vía para poner en valor esta auténtica Gourmet Factory que tenemos en la Costa Blanca. Este estilo de vida mediterránea tiene su punta del iceberg en una gastronomía cada vez más excelente y con profesionales más reconocidos. Nuestros productos alimenticios, tanto por clima como por los procesos que tienen lugar en las industrias transformadoras de toda la provincia, son de reconocido prestigio a nivel internacional.

Nuestras casas. Un lugar único elegido por gente de todo el mundo para vivir con el mejor clima del hemisferio norte y una oferta de viviendas residenciales que crea empleo y riqueza. Es una pena que no se hayan impuesto criterios estéticos y funcionales para cuidar esa imagen que tanto necesitamos también en nuestras construcciones. Tal vez ha habido gloriosas excepciones, como aquellas casas que Porsellanes hacía desde El Campello hasta Dénia con un estilo propio y mediterráneo, algo balear, pero muy adecuado a nuestro paisaje y forma de vida en el exterior. O el propio Benidorm, donde los edificios por altos y agrupados siempre tienen algo de corporativos y han pasado, con la pátina del tiempo, de denostados a ser ejemplo de urbanismo adaptado al entorno, funcional y con futuro.

Cierto es que las horteradas más dantescas también jalonan nuestras costas y zonas turísticas, solo los nombres dan pavor; sueños de la atalaya, vientos del sur, paraíso entre olas y demás lindezas. Madremía. No obstante, la actividad constructiva también ha convertido lugares perdidos en sitios de convivencia y de encuentro. Además, vamos a tener que seguir viviendo de eso.

Por nombrar algo más, destaca también en Alicante el impulso de la creatividad, de la innovación, del uso de las tecnologías, de emprender nuevas vías en múltiples facetas, la formación, la colaboración en proyectos y los espacios de trabajo conjunto demuestran que cuando nos ponemos, sabemos hacerlo.

Aquellos que manden, por favor, pónganse los más ambiciosos objetivos. Puede que tengamos otra oportunidad.