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Ramón Pérez

Como decíamos ayer

Ramón Pérez

El «pobre» Pérez

Un estadio difícil de esquivar. El Clariano, absoluto fútbol modesto, de los de delicioso bocata de salchichas y de inevitable grada de cemento

Las 10.45 de la mañana del domingo. Calma tensa y estadio casi vacío. Sólo los trabajadores y algún parroquiano local con ganas de esparcimiento prematuro. La afición del Hércules, todavía en autobús de camino a Ontinyent, entre la fe en el milagro del «play-off» de ascenso y la querencia inexplicable a un escudo que depara más penas que alegrías. Tres arcos en el centro, dos torretas a las esquinas. Un estadio difícil de esquivar. El Clariano, absoluto fútbol modesto, de los de delicioso bocata de salchichas y de inevitable grada de cemento. De olor a Farias y casi a linimento. Una mesa y una rifa de un jamón dan la bienvenida al partido en el que el Hércules se juega la vida. El Ontinyent en realidad también, llega con los mismos puntos, pero con otras necesidades. Las de prorrogar en el tiempo más años en Segunda B y olvidar todavía más penurias de Tercera. Este año lo han conseguido holgadamente y el ambiente es de fiesta: hoy llega el Hércules, rival respetado pero no odiado pese a su cercanía (apenas 70 kilómetros). El «enemigo» es el vecino Alcoyano y así lo hace notar la grada desde el calentamiento. Mientras, un par de veteranos aficionados almuerzan en la cantina ajenos al aspecto plenamente deportivo. Morcilla, panceta, cerveza, una botella de rotundo alcohol poco escondida y un cuchillo casi de carnicería. No hay reglamento que valga para ellos. Son de fiar. Eso sí, a los foráneos les quitan el tapón de las botellas de agua que compran, por aquello de la normativa FIFA u otra de las obligaciones del fútbol moderno. Ése al que el Hércules pretende regresar más pronto que tarde. Llega uno de los autobuses blanquiazules, oleada de colores y de cánticos. «Estos son los del Rico Pérez, ¿no?», pregunta uno de los señores que apura el último bocado. «Hombre, serán los del ´pobre´ Pérez porque están igual que nosotros», interviene uno de los contertulios con un acento valenciano innegable. Razón no le falta. Cada año que pasa en Segunda B el Hércules se vulgariza un poco más. El próximo agosto arrancará la quinta temporada consecutiva, la decimosexta en apenas 30 años. El fútbol profesional se aleja, el fracaso se convierte en habitual. «El propietario de un Seat Ibiza azul con matrícula XXXX, que salga, que está mal aparcado», anuncia la megafonía. Otro año más. Y sin suerte en la rifa.

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