Comenzó pidiendo disculpas por los daños causados debido a su negligencia en 2003 cuando estaba en Harvard. Luego, en 2006, ofreció disculpas diciendo que «nos equivocamos de verdad». En 2007 pidió perdón por «no haber hecho un buen trabajo». En 2010 volvió a excusarse diciendo que «algunas veces avanzamos demasiado rápido». En 2011 dijo «soy el primero en admitir que hemos cometido un montón de errores». Luego en 2017, y relacionado a la manipulación rusa de las elecciones norteamericanas, dijo «pido perdón y vamos a intentar hacerlo mejor en el futuro». Esta es la retahíla que la senadora demócrata por Illinois Jan Schakowsky le reprochó en el interrogatorio a Mark Zuckerberg, el creador y dueño de Facebook y también, conviene no olvidarlo, de WhatsApp e Instagram. «Usted tiene una gran lista de éxitos, pero también tiene una larga lista de disculpas», «todo ello demuestra que Facebook no puede autocontrolarse a pesar de que es lo que pregona la compañía», añadió la senadora. «Me parece, a partir de este hecho, que la autorregulación simplemente no funciona». Es más, Zuckerberg no supo decir para cuándo tendrá los resultados de la auditoría en curso sobre la recolección y venta de información en su empresa. Él mismo dijo que no pondría en la red ni el hotel en que se hospedaba en Washington durante sus comparecencias.

El responsable de Cambridge Analytica, la empresa del último escándalo, ha declarado a los legisladores británicos que es completamente razonable decir que «podría haberse dado un resultado diferente en el referéndum -del Brexit- si no hubiera habido, en mi opinión, engaños» y que otra compañía, la canadiense Aggregate IQ, había desarrollado un programa que utilizó los datos personales también sin el consentimiento de los usuarios, y los utilizó en la campaña de 2016 en Estados Unidos. Facebook lo supo pero cerró el caso sin comunicarlo y exigir a la empresa británica que borrara los datos. «Esto va por las noticias falsas, por la interferencia extranjera, por los discursos de odio, o por la privacidad de datos, no tuvimos visión lo suficientemente amplia de nuestra responsabilidad y ha sido un gran error, fue mi error. Yo creé Facebook, yo lo dirijo, y yo soy el responsable de lo que pasa aquí», dijo Zuckerberg en su comparecencia en el Capitolio de Washington.

Es responsable pero menos, porque el escándalo de Cambridge Analytica ha sido la gota que ha colmado el vaso en el debate sobre el uso de la información y la privacidad de los usuarios en las redes sociales. Muchos perdón y disculpas, pero se ha negado a comparecer entre las autoridades británicas y ante el Parlamento Europeo. Llegados hasta aquí uno se pregunta si basta con pedir tanto perdón y si a cualquier presunto delincuente le bastaría con pedir perdón. Como suele repetirse: cuando un servicio es gratis el cliente es el producto.

El artículo 18 de la Constitución garantiza «el derecho al honor a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen», «la garantía del secreto de las comunicaciones», y como si los padres de la Constitución lo vieran venir, añadieron que «la ley limitará el uso de la informática para garantizar el honor y la intimidad personal y familiar de los ciudadanos y el pleno ejercicio de sus derechos». En Europa, el 25 de mayo, entrará en vigor un reglamento de protección de datos que unifica el marco de los 28 países de la Unión y plantea cambios ambiciosos: líquida las autorizaciones genéricas y ambiguas para utilizar nuestros datos; garantiza que los ciudadanos tengamos derecho a un fichero con todos los datos nuestros de que disponga una compañía; recoge el derecho al olvido; el derecho de cancelación de todos nuestros datos en la red. Las autorizaciones no podrán ser genéricas, sino que el consentimiento para utilizar nuestros datos obliga a que nos digan qué datos concretos quieren utilizar, para qué y expresamente pregunten si estamos de acuerdo, y no los podrán utilizar mientras no le confirmemos la autorización expresamente. Ya era hora porque la «autoregulación» de las grandes empresas ya sabemos por experiencia que no funciona, ni en las redes, ni en la banca, ni en los medios, ni siquiera en la fabricación de motores.

Eso sí, por disculpas no podremos quejarnos. Asumir las responsabilidades y las consecuencias es otro cantar. Porque, ¿quién recula en el Brexit ahora, o nos quita de encima a Trump?