1984, Villar Palasí es borrado de la historia, no existe, El Gran Hermano ideológico que gobierna ha decidido eliminarlo. Para ello se basa en una ley de venganza histórica adelantándose a la reforma que el PSOE pretende hacer de la misma: «El pasado 22 de diciembre el Grupo Parlamentario Socialista ha presentado en el Congreso una nueva proposición de ley para reformar y ampliar la ley de 2007. Este proyecto de ley pretende crear una Comisión de la Verdad de 11 miembros votados por el Parlamento para dictaminar sobre la verdad histórica", Stanley G. Payne. Sigo con el autor y tomo sus precisas palabras extraídas de un reciente artículo, «Ello sería una monstruosidad, porque en una democracia la libertad de investigación y estudio y la interpretación de la historia es un derecho civil básico, pero la creación de esta especie de checa nacional de la historia sería meramente el comienzo».

La izquierda española, por ley, quiere imponer una verdad histórica al margen de los hechos, de la ciencia y del sentido común. Una historia que la redima de su propio pasado de violencia, represión y mentiras. La Ley de Memoria Histórica es un despropósito y delata el tic autoritario de los llamados progresistas. Como dicen los verdaderos historiadores, ni es historia ni es memoria. Esta reforma totalitaria que pretende el PSOE tiene entre sus artículos previsión de multas de hasta 150.000 euros y penas de cárcel de hasta cuatro años? si la investigación rigurosa y veraz llega a conclusiones que contrarían el espíritu de la ley. Y la destrucción de obras, al franquista modo, o mejor, al estalinista: «Parece que el PSOE no tiene mucha memoria de su propia historia. A modo de jalón, en octubre de 1934 fue el partido socialista el que recurrió a la violencia política masiva en contra de las instituciones de la República democrática, provocando centenares de víctimas y desencadenando el proceso revolucionario que conduciría a la Guerra Civil. Los hechos históricos están ahí y es ahí donde deben quedarse», S. G. Payne.

La izquierda y sobre todo el Partido Comunista ha despreciado la verdad siempre, por eso mi comienzo con la fábula orwelliana de 1984 no es forzado. El padre de esta estúpida y vengativa ley, Zapatero, recomendó como lectura «La política», de Bernard Crick, que leí con agrado siguiendo su consejo; pero se ve que no leyó el que publicó sobre el brigadista de izquierdas G. Orwell y su obra «Homenaje a Cataluña», donde desenmascara la brutalidad de los comunistas y su manipulación de la verdad. En el año 81 escribía en El País Andrés Ortega lo siguiente: «Como observa Crick, ´Orwell vio con sus propios ojos no solamente la distorsión de la verdad a través de perspectivas discrepantes, sino la mera invención de la historia. Un aspecto de 1984 estaba ya ocurriendo´». Y en el libro «Rebelión en la granja», donde denuncia el totalitarismo soviético, nos explica en su prólogo lo difícil que resultaba la publicación de un libro como ese en Gran Bretaña y demás países democráticos, pues la intelectualidad estaba decidida a no ver al monstruo del este y la autocensura funcionaba sin necesidad de otros estímulos, aunque bien alimentada por la propaganda rusa.

Pero a todo esto, ¿quién era Villar Palasí? Este valenciano fue el padre de la EGB, del BUP y la FP en 1970. Estableció la obligación de escolarizar a los niños hasta los 14 años e introdujo el estudio de las lenguas y literaturas regionales en el sistema educativo público. Un hombre adelantado a su tiempo que recibe ahora el ataque de los nuevos bárbaros. Como denunciaba Julián Marías, quien fue represaliado por el franquismo, pero se negó a abandonar España, la gente tenía que vivir y la mayoría, a todos los niveles, intentó llevar una trayectoria honesta en lo laboral y en lo intelectual; desacreditar a alguien por el mero hecho de vivir en una dictadura es una doble ofensa, pues a las dificultades de la época han de sumar el desprecio presente. Sí, formó parte del gobierno, pero su obra fue aperturista, benéfica y atrevida; en pleno nacionalismo españolista fomentó el estudio de las lenguas vernáculas por ley. Ninguno de los que ahora le quieren borrar de la historia se atrevería a tanto en ese tiempo y en ese puesto.

Me niego a que se cambie el nombre, pues fue una persona que aportó reformas muy valiosas a la educación, que lo hiciera en plena Dictadura tiene más mérito si cabe.