No nos equivocamos si, por lo visto últimamente, decimos que Orihuela -¡a las pruebas me remito!- es una especie de república bananera en la que todo vale y en la que cada uno hace lo que le pasa por el arco del triunfo, sin que nadie se moleste, coja un berrinche descomunal o ponga el grito en el cielo. Aquí nadie pide responsabilidades, nadie sanciona acciones irregulares y, ante este panorama, cada cual campa a sus anchas conocedor/sabedor de que no pasa nada. ¡Y si pasa, se le saluda!. Me gustaría saber cómo reaccionarían nuestros representantes en la Casona del Marquesado de Arneva si alguno de sus vecinos hiciera obras, sin permiso de la comunidad, en el espacio comunitario de sus edificios. ¡Seguro que montaban un pollo de cojones!. Que conste que lo de «representantes» lo digo por decir algo, porque representar, lo que se dice representar, a mí no me representan, puesto que siempre he mantenido que lo que mejor saben hacer es representarse a ellos mismos, ¡y punto pelota!. ¡Doctores tiene la iglesia, amigo Sancho!.

Lo que ha dicho el concejal de Infraestructuras, Joaninasi López-Bas, sobre la empresa que «gestiona» el servicio de la ORA en Oleza, me transportó a otra época. Esa etapa de la historia de éste país en la que el ex presidente Felipe González, el mismo que ahora defiende la ampliación de la edad de jubilación, por lo menos, hasta los 70 años, para asegurar las pensiones, mientras que él -igual que Chemita Aznar y Pepe Luis ZP- cobrará un pastón -80.000? de por vida, sin contar otros ingresos- por haber vivido unos años, «de gratis», en el palacete de la Moncloa. Decía González, cuando no le interesaba entrar en temas farragosos, que se enteraba de lo que pasaba en «su cortijo» -también llamado España- «por los medios de comunicación», como por ejemplo lo relativo a los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación, que, desde 1983 hasta 1987, «persiguieron» a la banda terrorista ETA «con malas artes») o a la corrupción en la que se vieron involucrados algunos de sus altos cargos ( José Barrionuevo o Rafael Vera, que purgaron sus culpas en la cárcel) e incluso sobre los tejemanejes de Juan Guerra, hermano de su vicepresidente, quien, por cierto, no dimitió. ¡Válgame el «Señol», se enteraba por la Prensa y yo con estos pelos!, o ¿debería decir con estos pocos pelos?.

Dijo el líder de los «naranjitos» en Palacio que se «había quedao» poco menos que «alucinado» cuando se enteró de que la empresa que gestiona los aparcamientos públicos en la «Muy Noble, Leal y Siempre Fiel» utiliza, en sus boletines sancionadores, «el nuevo escudo de Orihuela», pese a que está sin aprobar y, consecuentemente, no está vigente, porque, entre otras cosas, los oriolanos no quieren que se cambie el de «toa» la vida, como lo demuestra el hecho de que, en la calle, no ha sentado muy bien la propuesta de la responsable de Fiestas y Protocolo, Mariola Rocamora, y de que, a nivel institucional, se hayan presentado mogollón de alegaciones a su aprobación. Además, la susodicha empresa utiliza «boletines sancionadores» para multar en la zona azul con la firma impresa del empleado que ratifica la sanción, cuando eso, según parece, no es legal, como «el escudo de las multas», pero no pasa nada.

Lo mismo que tampoco pasó nada cuando una empresa empezó a cablear las calles de Orihuela para instalar no sé qué para nuevas tecnologías (creo que era para ver una tele o para internet). Recuerdo -¡lo vi en la calle Colón (subida al seminario de San Miguel), no me lo contaron!- que un policía local le dijo al operario que instalaba «el cable», por la fachada de un edificio protegido, que lo que estaba haciendo era ilegal, porque así lo había acordado, unos días antes, el consistorio «olezano», exponiéndose la empresa a ser multada. ¿Sabéis qué es el arco del triunfo?; pues el currante/trabajador, muy tranquilo y sin cortarse un pelo, delante del guardia, llamó a su jefe, a quien le refirió lo que pasaba; «el mandamás» contestó que siguiera con su trabajo y que le mandase la multa, porque no pasaba nada. ¡Chúpate esa, baronesa!. Lo dicho, esto pasa en las repúblicas bananeras, donde la anarquía -ausencia de estructura gubernamental- es total e impera la ley del más fuerte o la del que tiene más morro, ya que, al fin y al cabo, no pasa nada, porque, total, ¡nos enteramos por la prensa!, esa que ponemos a los pies de los caballos cuando nos «pillan» en un renuncio y en un altar cuando «el pillado» es otro. ¡Mientras le dan palos a otro a mí me dejan tranquilo!.

Si un «siudadano» cualquiera se salta la norma lo fusilan al amanecer en la tapia del cementerio, pero si quien lo hace es una empresa que «gestiona» intereses municipales tiene licencia para hacer lo que le salga de la «poronga/bembembes/cataplines», puesto que lo que le digan -si es que le dicen algo- se lo pasa por «el arco de Santo Domingo», ¡porque «pa» eso paga sus tasas!. Ellos, los que mandan, se enterarán -¡si es que se enteran de algo!- por la prensa, incluso de lo que denuncia Carolina Gracia sobre sobresueldos a funcionarios. ¡A mí que me registren!.