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La andanada

Buscar ern los principios

Vaya semanita nos hemos llevado. Vaya cóctel de sorpresas, contradicciones, alegrías, veleidades... En lo local, en lo nacional, en lo general, en lo taurino, y en tantos aspectos. Y con otro personaje del mundo del toro de nuestra ciudad que se nos va. En la mañana de ayer nos dejaba José Ignacio Jiménez Montequi, quien durante más de una década fuera destacado ganadero de nuestra comunidad. En su finca «Los Brunales» crió reses bravas desde 1992 con el encaste «núñez» que le permitieron colmar su afición al toro. Desde los principios de la casta, la movilidad y, en definitiva, la bravura. En Alicante obtuvo importantes éxitos en novilladas con y sin picadores, y colaboró asiduamente con la Escuela taurina, dirigida entonces por su amigo Antonio Martínez «Rondeño», hasta que debido a una enfermedad hubo de vender la ganadería en 2004. El funeral tendrá lugar hoy lunes, a las 21.00, en las instalaciones del tanatorio «Santa Faz», en San Juan. Sit tibi terra levis.

No podemos obviar, en esto de los principios, el desbarajuste que ha llevado al cambio en la alcaldía, tan sonado, el pasado jueves. Desde aquellos principios, nunca navegó firme el tripartido PSOE-Compromís-Guanyar. A golpe de escándalo y noticias casi caricaturescas, amén de la tránsfuga Nerea Belmonte, la doble investigación (antes «imputación») del exalcalde Gabriel Echávarri sentenció el principio del fin. Que busquen en los principios, claro, y que se pregunten cómo se ha llegado a la alcaldía de Luis Barcala, a la puesta al aire de las vergüenzas de Belmonte, que resultaría el sofoco más paródico de no estar Fernando Sepulcre de por medio. Casi a la altura del bochorno vivido con el triángulo Alperi-Ortiz-Castedo. En fin...

De todo el embrollo consistorial, en lo taurino nos ha quedado un cambio en la dirección de la plaza de toros, que pasa a depender de Mari Carmen de España. Ojalá sea para bien, y de verdad pueda demostrar su partido que apoya sin fisuras una de las manifestaciones más populares de nuestra ciudad (y provincia, claro). Gloria Vara deja tres años tras un comienzo titubeante, con la puesta en duda de la Escuela Taurina, que le ha bajado mucho la valoración entre los aficionados a pesar de los últimos tiempos más cercanos a la gente. Eso sí, sin ser afín al mundo del toro y con el animalismo de socio, no ha llegado con ella la debacle. Y eso ya es decir.

Volver a los principios, decíamos. Y también con esa afirmación podemos tratar el tema candente de la semana taurina: el indulto en Sevilla de «Orgullito», de Garcigrande, por parte de «El Juli». El merecimiento de tal premio no tiene ya que ver con si el excelente astado lo mereció o no, sino que el mundo del toro se ha de preguntar qué tipo de animal quiere preservar para sembrar el futuro. ¿Ha dejado de tener importancia para medir la bravura la suerte de varas? ¿No se ha convertido, acaso, el perdón de la vida al toro en un premio más para el torero que para el propio animal? ¿No se está valorando en exceso el juego noble del astado en la muleta, en detrimento de la casta que emociona? ¿Se quiere, de verdad, eliminar la emoción épica del toreo para dejarlo únicamente en un tránsito estético? Nos jugamos mucho...

Volver a los principios, claro. Como Manzanares en Sevilla. La Maestranza entiende su sensibilidad, le arropa y le cuida. Aquella faena pluscuamperfecta en Madrid en 2016 viene provocando que la afición espere casi una dalia por tarde. Y eso no hay artista que lo resista, como bien le dejó claro Belmonte a Valle-Inclán: «¿Cómo cree usted que se puede tener un trance irreflexivo todos los días a las cinco de la tarde?» Después del abismo de una operación de cuello y una lesión de rodilla de veneno silencioso, vuelve a atisbarse la luz. Volviendo a los principios, a aquellos de mirada azul y vuelos naturales, de sentimiento virgen y revelación evocada. Porque Manzanares, en el principio, fue el toreo. Y ese es el edén al que siempre puede volver, la moneda que siempre podrá cambiar.

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