Cuando faltamos a la verdad -con mayúsculas-, cuando mantenemos las mentiras -con mayúsculas-, da igual la ideología política que se profese; no importa el lugar que ocupemos en la sociedad; es indiferente ser hombre o mujer, rico o pobre, ignorante o culto. Da igual. Todos sabemos que no hay verdad que más escueza que aquella que pretendemos ignorar, ni mentira que más atormente que aquélla que nos empeñamos en falsear. Y en esta sociedad de la globalización, cautiva de las redes sociales, mediática, virtual, manipuladora, ajena a la privacidad, insaciable y obscena, la primera de las víctimas -como en las guerras- siempre es la verdad. Agraviar a la verdad, sabiéndolo; mantener la mentira, sabiéndolo, es una de las infamias más obscenas en las que puede incurrir el ser humano, individualmente o como colectivo. Me permitirán ustedes dos que apele a la autoridad de Ralph Emerson, pensador y poeta estadounidense, apreciado por Nietzsche, al sentenciar que toda violación de la verdad no es solamente un suicidio del embustero, sino una puñalada en la salud de la sociedad. El amigo Emerson está enterrado en el cementerio de Sleepy Hollow (no confundir con la película de Tim Burton basada en la novela de Washington Irving), en Massachusetts, cerca de donde descansa Louisa May Alcott, luchadora a favor del sufragio femenino, autora de Mujercitas, y de Elizabeth Peabody, una de las primeras feministas norteamericanas mucho antes de que Emmeline Pankhurst y sus dos hijas fueran detenidas en Inglaterra por sufragistas.

Porque hablando de feminismo y amnesia, de verdades ocultadas y mentiras descubiertas, es vergonzoso constatar cómo nuestro feminismo de salón, tan fiero en defensa de sus postulados, silencia actos intolerables contra muchas mujeres en tanto éstas no sean de su cuerda ideológico-militante o no comulguen obedientemente con su dogmática ortodoxia. Hace unos días el anterior regidor de Cartagena, José López, que llegó a la alcaldía apoyado por el PSOE y Podemos, se refería a Noelia Arroyo, candidata del PP a la alcaldía en 2019, como «una peluca rubia con los labios bien pintados». Y para matizar el machista exabrupto dijo que «una periodista no puede ser alcaldesa» (no sabemos si cree que un periodisto pueda ser alcalde). ¿Reacciones en el mundo del feminismo ortodoxo? ¿Manifestaciones multitudinarias contra este impresentable? ¿Comunicados de expreso apoyo a la víctima? ¿Es Noelia Arroyo mujer? No, es del PP. No es de las nuestras. Esta semana comenzaba en la Audiencia Nacional el juicio contra una manada de energúmenos y valientes gudaris de la extrema izquierda acusados de lesiones y amenazas terroristas contra dos guardias civiles y sus novias en un bar de Alsasua. Y por aquello de la amnesia selectiva, las verdades omitidas y las mentiras descubiertas, ¿han visto o leído alguna declaración de apoyo por parte del feminismo de salón a estas mujeres violentamente agredidas por el machismo abertzale? ¿Alguna manifestación de repulsa por parte del feminismo dogmático contra estos embrutecidos machistas de la extrema izquierda? ¿No se merecen estas mujeres todo el apoyo? No, no son de las nuestras. Nunca lo fueron: ni cuando las agredieron los machistas gudaris, ni ahora que tienen que revivir su calvario de mujeres maltratadas por el odio y el terror.

¿Van ahora comprendiendo el inicio de este amnésico artículo? Recobren la memoria y sigan leyendo. Mientras que el FMI sitúa a España a la cabeza del crecimiento de las grandes economías, prevé que los precios suban en Venezuela un 1.800.000% en dos años (sí, han leído bien), una inflación del 13.864% (sí, han leído bien) y alerta por una grave crisis humanitaria en el país iberoamericano. Sin embrago, el mundo podemita, las dirigentas de la separatista CUP catalana y nuestra sicalíptica extrema izquierda bendicen el régimen de Maduro, sienten envidia de los españoles que viven en Venezuela (¿o no es así, Pablo?) y tratan de que España se asemeje cada vez más al paraíso que creó Chávez, ejemplo de respeto por los derechos humanos. Todo eso al tiempo que introducen la posverdad de que en España los niños deambulan abandonados por las calles, la sanidad pública está desmantelada y hay presos políticos. ¿Ha rectificado esa extrema izquierda, populista, proindependentista y anticapitalista sobre la verdad de Venezuela o las mentiras sobre España?

Mientras leemos que la policía político-religiosa de Irán sigue deteniendo y apaleando a las mujeres que no llevan velo integrista; mientras el líder del partido político belga Islam propone implantar la Sharia en Bélgica y se presenta a las elecciones municipales de ese país pidiendo la segregación entre hombres y mujeres en el trasporte público, la progresía española y occidental, el feminismo de salón, sostiene que las mujeres musulmanas llevan el velo libremente, como seña de identidad, reivindicando su condición de mujer. ¿Verá alguna de ustedes dos a ese combativo feminismo manifestarse contra la discriminación de la mujer en países musulmanes? Abandonen toda esperanza. Por cierto, es ese mismo Irán democrático, junto a la Rusia democrática, que apoya al criminal régimen Sirio de El Asad y su uso de armas químicas contra la población civil. ¿Quién es el malo? Lo han adivinado: Trump.

Amnesias selectivas; incómodas verdades. De ahí que un secular escéptico, un escritor dionisíaco como Ernest Hemingway, dijera: «Temía a la verdad, hasta que descubrí la fealdad de las mentiras». Amén.