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Luis M. Alonso

Asuntos internos

La política es el campo de la tensión, pero sobre todo en casa

La política es el campo de tensión entre la realidad y el idealismo. Pero también es el escenario habitual de la disputa entre los intereses particulares de los políticos que viven de ella. Se demuestra a diario. La lucha se agudiza, por regla general, si los que la libran pertenecen a un mismo partido. El adversario está en frente, el enemigo en la misma casa de uno. Este planteamiento ha llegado a convertirse en axioma. Hay que hacer, no obstante, una puntualización, las tensiones, lo mismo que se estiran también se encogen por razones igualmente de interés partidista personal. Vean, por ejemplo, el caso de Podemos y su guerra de tronos. Pablo Iglesias, que ayer espolvoreaba las sospechas de que Errejón y Bescansa tenían un manifiesto interés en descabalgarle, ha decidido un día después trasmitir el mensaje de que confía en el primero de ellos como candidato en Madrid. Naturalmente, no se lo cree nadie. La guerra es el escenario natural entre pablistas y errejonistas, y mientras tanto Carolina no descansa. Tampoco descansan las dos palomas de la verbena de Madrid. Cifuentes, se supone que para alejar los truenos de la dimisión, ha situado el ventilador en la dirección de su vieja amiga Aguirre, a la que ha llevado ante la Fiscalía por las irregularidades supuestamente cometidas en la llamada Ciudad de la Justicia. La Ciudad de la Justicia es uno de esos corchos urbanísticos que flotan en las conciencias de quienes sospechan de mala praxis en las administraciones. De ahí a la corruptela hay simplemente un paso; Cifuentes, siempre en su provecho, ha sabido sacar partido del río revuelto de los suyos, incluso cuando se ve amenazada por la corriente. Disparad sobre nosotros, el enemigo está dentro.

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