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Luis M. Alonso

Sol y sombra

Luis M. Alonso

Carlomagno Asoma

Somos sueños alentados por una obstinada fe en el porvenir. Borges nos aludió en aquel verso: «Sarmiento el soñador sigue soñándonos...», que era una referencia velada a las vanas expectativas. Al sueño europeo lo trunca la pesadilla de la falta de determinación de quienes tienen que consolidar un proyecto atascado, carente de impulsos y amenazado por los nacionalismos. Macron ha propuesto esta vez una soberanía para combatirlos eficazmente. El antieuropeísmo radical tiene su mejor baza en la inoperancia que acarrean los egoísmos nacionales.

El presidente francés habló de una nueva forma de guerra civil, pero no todos ven el riesgo que corre el fuero, obsesionados por el huevo. La colaboración entre los Estados de la UE carece de sentido cuando una euroorden deja de tenerlo por la desconfianza en la justicia. Ahí está, por ejemplo, el exceso de celo de los magistrados alemanes regionales de Schleswig-Holstein, empeñados en discernir lo que no les corresponde y refutar las tesis del alto tribunal de un país socio con una constitución que no difiere apenas de la suya al juzgar los delitos de rebelión o de traición.

Los europeos tienen que obtener respuestas claras a materias que preocupan y sirven para sembrar divisiones como son la inmigración, la ayuda a los refugiados, los impuestos a la economía digital y los recursos para generar una mayor capacidad de gestión. Macron, con Merkel debilitada por la política alemana y seguramente en su último tramo, reclama las riendas de Europa. «No quiero ser un sonámbulo», ha dicho ante la Eurocámara. Es el nuevo Carlomagno. Si se atreven a cortarle la cabeza va a tener que ser con una corona puesta.

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