«Papers de finançament», dependiente de Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, anuncia que casi el 30% de la población valenciana está en riesgo de pobreza o en exclusión social, como consecuencia, dicen, de un déficit importante en la financiación autonómica («Les dificultats han sigut més grosses€/€a pesar de la major prioritat atorgada per algunes»).

Si aplicamos, sensu stricto, las cifras a ciudadanos de más de 70 años, podríamos llegar a la conclusión de que en nuestra Comunidad, de más de cinco millones de personas, al menos unos 200.000 mayores se encontrarían en esa situación marginal, de los cuales más de 18.000, sobrepasarían los 85 años.

Todos conocemos a algún anciano que malvive con una pensión ínfima. Situación compartida con una vivienda deteriorada, ya vieja, probablemente sin ascensor y sin calefacción. Y, para matizar negativamente el cuadro, incluso en soledad.

La soledad es un hecho cada vez más estudiado e investigado. La vejez es una etapa de la vida que facilita la aparición de este triste sentimiento.

Entre otras definiciones, he escogido la propuesta de V. Madoz, quien escribe que la soledad es «el convencimiento apesadumbrado de estar excluido, de no tener acceso a ese mundo de interacciones». Es, pues, una condición de malestar emocional que surge cuando una persona se siente incomprendida o rechazada o carece de compañía para las actividades tanto físicas como intelectuales. (Madoz Jauregui, Vicente: Soledad, en diez palabras clave sobre los miedos del hombre moderno. Verbo Divino, 1998).

Se ha relacionado con la «gerontosoledad» el amparo que supone para muchas personas mayores la religión. La religión se correlaciona con una mejoría de la salud física y mental, según se puede leer en numerosos estudios gerontológicos, (JAMA Internal Medicine), porque va unida a una relación social que le aporta confianza y una actitud positiva y esperanzada de la vida y la enfermedad. Con el mismo argumento, apuntaríamos la necesidad de abrirse a actividades culturales o artísticas. Ante el envejecimiento progresivo de la población, «el reto del siglo XXI es asegurar una calidad de vida óptima para las personas de edad y retrasar la aparición de discapacidades propias» (OMS, 2001).

El envejecimiento activo fue definido por la OMS (2002) como «el proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen». Este concepto aparece vinculado tanto al bienestar físico, como al social y al mental, lo que implica también el fomento de la participación e integración de las personas mayores en la sociedad.

Es cierto que en 2050 España se convertirá en el tercer país más «viejo» del mundo. Y de ahí la preocupación, tal que la Comisión Europea ha desarrollado iniciativas que llevan a mayor nivel de independencia e integración de los mayores. En tales programas, la comunicación se ha considerado un elemento clave para el desarrollo de un envejecimiento activo. Véase el proyecto BALL (Be Active through Lifelong Leadning) de la Comunidad Europea. Sin embargo, la comunicación no constituye una prioridad, excepto en contadas instituciones. La Universidad de Alicante ha adquirido una gran experiencia a través de los años de existencia de su Universidad Permanente y se encuentra íntimamente relacionada, por numerosas colaboraciones, con otras instituciones científicas y universitarias de diversos países europeos.

Pero la comunicación e información no deben concentrase tan solo en los grandes organismos. La promoción y puesta en marcha de las TIC (tecnologías de información y comunicación) competen a toda la sociedad y también, y mucho, a las empresas, quienes deben ofrecer nuevas oportunidades a sus trabajadores, preparándolos para una sana jubilación. Por eso, el Informe de la I+D+i sobre envejecimiento subraya la necesidad de impulsar investigaciones sobre aspectos tecnológicos (por ejemplo internet) para combatir los efectos del envejecimiento humano y su «olvidada» soledad.

El propósito está expuesto y la oferta de que Alicante se pueda convertir en cabeza europea en investigación gerontológica, tal y como propusieron numerosos investigadores internacionales como María Blasco, Ángela Nieto o Nuria Oliver, por mencionar tres alicantinas, tiene el apoyo explícito, público y terminante de nuestro presidente de la Generalitat, Ximo Puig. Así, no olvidemos la promesa: La creación del «Centro Europeo de Investigaciones sobre Envejecimiento», en las instalaciones de Ciudad de la Luz de Agua Amarga. Esto ha de ser una realidad porque hemos de trabajar a nuestro favor. A favor de las nuevas y frescas corrientes que procuren una sociedad más libre.