Las conversaciones que se están llevando a cabo entre los distintos grupos políticos que componen el ayuntamiento de Alicante de cara al nombramiento del próximo alcalde o alcaldesa recuerdan más a una partida de cartas que a un diálogo sobre la ciudad y su futuro. Hasta el punto que en medio de una situación tan grave como es la dimisión del anterior presidente de la corporación y el nombramiento de su sucesor, se nos ha presentado como auténtico tahúr el tránsfuga Fernando Sepulcre, quien, con un farol distópico, se ha ofrecido como alcalde para solucionar los problemas de una capital de más de trescientos mil habitantes, liderando un hipotético gobierno de concentración. Si no fuera por las risas y las chanzas que su propuesta ha causado tendríamos que concluir que este concejal desprecia Alicante y se burla de sus vecinos.

Todos y cada uno de los grupos municipales tienen la vista puesta ya en las próximas convocatorias electorales, en una ciudad donde tras la Santa Faz y después de las Hogueras, que están a la vuelta de la esquina, se entra de lleno en el verano, cuyo final abrirá el próximo curso político, que concluirá en mayo con unas elecciones municipales y autonómicas que van a ser decisivas. Por ello, también pesa de manera extraordinaria en los cálculos políticos que los partidos están manejando las estrategias electorales autonómicas, en la medida en que para revalidar el gobierno del Botánico o para dar un vuelco al mismo, Alicante desempeña un papel electoral primordial, como todas las fuerzas políticas reconocen. Otra cosa es que solo se acuerden de Santa Bárbara cuando truena y, fuera de los períodos electorales, nos sometan a un abandono y a un maltrato de libro.

Así las cosas, tengo la impresión de que en los próximos días se celebrará el Pleno en el que finalmente saldrá elegida Eva Montesinos como nueva alcaldesa de la ciudad, en medio de un escenario político nada sencillo. Y explicaré las razones que me llevan a defender esta opción. Una vez que tanto Guanyar Alacant como Compromís han anunciado su voto favorable a Montesinos, queda por asegurar el imprescindible voto decimoquinto, dando por hecho que Ciudadanos no dará su apoyo, como han anunciado. Me temo que la formación naranja, que tiene pendiente todavía elegir su candidato o candidata a alcalde, está tratando de manejar los tiempos para intentar llegar lo menos erosionada posible a unas próximas elecciones municipales y autonómicas con unas encuestas que les colocan en situación favorable, dejando que sean otros los que se desgasten. De los votos que quedan por confirmar de los dos tránsfugas, el de Sepulcre es imprevisible y dependerá más de lo que le ordenen sus «jefes» en la Diputación, en medio de las luchas internas del PP por su próximo candidato municipal, que de lo que a él mismo le guste hacer. Pero el de Nerea Belmonte es otro cantar. Tras haber soportado el desprecio y hasta los insultos de sus anteriores compañeros al ser expulsada de Guanyar por los contratos que dio a sus amigos y teniendo que llevar el estigma de ser tránsfuga de una pretendida fuerza renovadora de izquierdas en la ciudad, tengo la sensación de que no llevaría bien, además, ser la concejala tránsfuga que hizo posible que regresara el PP a la Alcaldía de Alicante. Por ello, creo que va a reivindicarse para hacer valer su papel y, de paso, tratar de restaurar su dañada imagen pública y ver si consigue sueldo.

De manera que si estos pronósticos se cumplen, el PSOE volverá a tener la Alcaldía. Y en ese futurible nuevo gobierno municipal, creo que de inmediato negociarán la entrada de Compromís, ofreciendo a Natxo Bellido la vicealcaldía y aprovechando para remodelar las diferentes concejalías. Sin duda, el PSOE es consciente de que su microequipo de gobierno es insostenible, necesitando la participación en el mismo de Compromís. No aguanta mucho más tiempo que haya concejalas del PSOE que en estos momentos llevan hasta doce áreas tan distintas como exigentes, habiendo acabado por no tener tiempo para llevar bien ninguna de ellas.

En Compromís también existe un debate intenso sobre la oportunidad y conveniencia de regresar en estos momentos al equipo de gobierno. Y aunque es una controversia con muchas aristas, dos serán los elementos determinantes a la hora de optar por una decisión favorable. Por un lado, considero que en el Gobierno del Botánico en la Generalitat, tras la desoladora etapa vivida con Gabriel Echávarri en la Alcaldía, ha tomado conciencia de que el Ayuntamiento de Alicante resulta decisivo a la hora de afianzar sus opciones para renovar el ejecutivo valenciano. Pero también es cierto que Compromís es una coalición joven, que quiere consolidarse mediante una gestión moderna y anclada al territorio, demostrando que no tiene nada que ver con sus otras fuerzas políticas competidoras. Y eso lo pueden hacer mucho mejor desde la acción de gobierno.

Así que, si mis pronósticos se cumplen, dos partidos de izquierda en Alicante volverán a tener la oportunidad de un nuevo mandato municipal en el poco más de un año que resta hasta las próximas elecciones, poco tiempo para poder emprender muchos de los proyectos estratégicos pendientes que urgen. Sin embargo, hay dos prioridades inaplazables para ese nuevo equipo de gobierno formado por PSOE y Compromís, como son demostrar que la izquierda puede trabajar desde el mestizaje, dialogando y respetándose, así como generar un nuevo clima en el Ayuntamiento y en la propia ciudad que sustituya las descalificaciones y enfrentamientos vividos por el respeto y la tranquilidad. Sólo con esto, muchos ya nos conformaríamos.