Una de las claves de la victoria de Macron frente a Marine Le Pen hace un año fue que significó el triunfo del europeísmo frente al nacionalismo aislacionista. Otra, que buscaba, con una vía intermedia y pragmática, lograr aquello en lo que tanto la derecha ? Chirac y Sarkozy? como el socialismo ? Hollande? habían fracasado: desbloquear la economía francesa ?en la que el sector público es un 57% del PIB? para competir en un mundo globalizado.

En septiembre, Macron abordó la liberalización del mercado laboral y la contestación sindical ?al revés que con presidentes anteriores? no la logró parar. Quizás porque ?al contrario que Chirac en el 95 o Hollande en el 2012? no la había ocultado en su programa. Ahora afronta un desafío tanto o más importante: la reforma de la SNCF, la empresa pública de ferrocarriles, toda una institución en Francia, que da un buen servicio público pero que tiene un grave desequilibrio financiero y problemas de futuro. En parte porque desde siempre está muy sindicalizada y algunas ventajas sociales son chocantes. Por ejemplo, la jubilación en la SNCF es a los 50 años frente a los 62 que fija la ley.

Es una reforma necesaria y que se aborda sin excesos ya que sólo los nuevos trabajadores perderán los derechos adquiridos, pero la aversión de los franceses a los cambios es legendaria y otros gobiernos anteriores tuvieron que hacer marcha atrás. El Gobierno aborda con decisión, pero con cuidado, la reforma y los sindicatos han respondido con dureza, pero también con prudencia. La huelga será larga, hasta el 28 de junio, pero sólo de dos días de cada cinco de trabajo. El riesgo del Gobierno es que se traslade a otros sectores y tenga que acabar cediendo. El de los sindicatos, que los usuarios se sientan los grandes perjudicados y reaccionen irritados.

Para mantener su credibilidad, Macron debe ganar la batalla pero sin humillar a los sindicatos y no abonar las críticas que le pintan como el presidente de las clases medias bienestantes. No será fácil. La última encuesta dice que el 57% de los franceses, frente a un 42%, no creen que la huelga está justificada.