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Puertas al campo

Violencias olvidadas

La violencia en el «procés» no acaba. Pero hay otras, además de las incontables producidas en los diversos enfrentamientos armados que hay en el mundo, como los de Yemen, Níger, Iraq, Siria, Somalia, Afganistán o Libia. Me refiero a dos conjuntos de muertes que aparecieron en los medios hace un par de semanas.

Por un lado, tenemos los asesinatos, es decir, muertes producidas «con alevosía, ensañamiento o recompensa». Muertes en las que el asesino obtiene algún tipo de beneficio. Es claro que a la muerte del niño Gabriel Cruz en Almería se le puede aplicar este calificativo. Se puede entender como un medio aplicado para conseguir un fin, fin que puede ser desde un definitivo arreglo de un problema de celos hasta tortuosos senderos de intereses económicos.

Medios y fines ya no están tan claros en los atentados contra un exiliado ruso y su hija mediante gas nervioso colocado en una maleta y difundido después en varios contextos. O el posterior ataque a un hombre de negocios ruso, conocido por sus críticas hacia el gobierno de Putin. ¿Venganza, tal vez? ¿Evitar males mayores -por parte de los asesinos-? Hay, de todos modos, una motivación política confusa que difícilmente se encuentra en el primer caso.

Esa motivación es evidente en la muerte, en Río de Janeiro, de Marielle Franco, activista por la igualdad y los derechos humanos, concejala, defensora de los habitantes de las favelas cariocas. Ametrallada en su coche con balas típicas de la policía que también se llevaron por delante al chófer, parece claro el fin de aquellas cuatro balas en su cabeza: acallarla.

Pero después están las muertes en medio de situaciones de violencia, enfrentamientos callejeros y desórdenes más o menos generalizados. Hay dos tipos diferentes: los causados por una muerte y los sin causa, cuando ambos podrían acabar generando más muertes, aunque tal vez ya no asesinatos. Prescindo, aunque constato, de lo del «procés».

Está lo sucedido en Lavapiés después de la muerte por infarto de un joven senegalés. Qué pasó exactamente va a ser difícil de establecer ya que las versiones pueden ser muy interesadas (y ahí sí que hay medios que pretenden llevar a un fin). Si fue un infarto sin más o fue el resultado de una persecución o algo tuvo que ver algún tipo de intimidación. Lo que siguió también suscita dudas. Hubo racismo, claro, como en Almería. Pero que los que se pusieron a destrozar mobiliario urbano y escaparates acudieron al ruido de las nueces, sí que parece claro. Convocados a través de redes sociales, allí se fueron a expresar una violencia cuya finalidad no se acaba de ver: más parece violencia gratuita, puramente expresiva de frustraciones profundas o ideas enloquecidas sobre lo que se puede conseguir con ellas, cosa esta última, por cierto, que me parece ausente de las mentes de organizadores y seguidores. Más creo en violencia gratuita, aunque alguno de los vecinos se refiriera a estos «visitantes» como «antisistema».

Y esta sí que es violencia gratuita, también con heridos, algunos graves, y con los consabidos destrozos públicos. Me refiero a los enfrentamientos en Bilbao entre partidarios de un equipo u otro y de estos con la policía. El vocabulario de los medios para referirse a estas bandas es oscilante. Unos prefieren llamarlos «radicales», cuando radical (el que va a las raíces) no parece que se aplique a esta superficialidad. Otros dicen «ultras», es decir, «más allá», pero no se sabe más allá de qué. Supongo que más allá de la simple y respetable adhesión a un determinado equipo del que son, se supone, socios, y cuyas andanzas en los campos son seguidas con entusiasmo? que genera entusiasmo, que genera euforia, que genera violencia. No me acaba de convencer esta última hipótesis (porque de hipótesis estoy hablando). El motivo es simple: ya llegan a la ciudad (si vienen de fuera) o, en todo caso, a los alrededores del campo de fútbol suficientemente enfervorizados y dispuestos a hacerse notar y a enfrentarse con los «maderos» todo lo que haga falta (si eso incluye herir con la hebilla de un cinturón, eso ya no lo puedo imaginar).

Un largo recorrido: un solo asesino, más o menos maquiavélico y que actúa por su cuenta; asesinos profesionales que matan a las órdenes de otros, sean gobiernos o sencillamente sus superiores inmediatos; agresiones en medio de un tumulto en el que nadie sabe de qué va la cosa. Pero acabando donde empecé: gobiernos que deciden que otros se maten en guerras: ¿medios-fines o violencia gratuita?

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