Con h, como le gustaba presumir a ella. Con h de helénico haciendo honor a su pasión porque Helena fue, ante todo, una helenista. Estudió Filología Clásica en la Universidad de Madrid con la mejor generación de profesores de la historia entre los que ella destacaba a Fernández Galiano. Solamente una helenista podía realizar una tesina sobre el selecto mundo de la micenología. Después llegaron los latines por los vaivenes de la vida, pero nunca abandonó su pasión por el griego clásico ni por el griego actual de cuya poesía y prosa contemporáneas era una ávida lectora y especialista.

Ya en Elche comenzó a formar a numerosas generaciones de estudiantes de letras que pronto descollaron en el mundo de la judicatura, la abogacía, las artes escénicas y pictóricas, el periodismo, la enseñanza media y la Universidad. En nuestro caso, ya alumnos del BUP en el inicio de la democracia, no tuvimos tantos años de disfrute de su magisterio como las generaciones anteriores, pero fueron bien aprovechados. Porque el secreto de Helena era que su formación librepensadora se extendía, para todo aquel que mostrara interés, más allá de las aulas al mundo de las letras con mayúsculas, a la mejor literatura y filosofía que dominaba como pocas personas he conocido. Leía en francés como su propia lengua y amaba la cultura francesa y eso le proporcionaba una aureola casi divina ante nuestros pobres conocimientos de casi todo. Porque Helena leía, leía y leía y sus escuetas pero certeras opiniones de aquellos libros que te recomendaba te dejaban la huella indeleble y así por nuestros ojos comenzaron a desfilar cronopios, unicornios, minotauros y toda suerte de personajes literarios que nos abrieron los ojos a lo mejor de la vida. Y qué decir de sus conocimientos de música y pintura. Una autoridad.

Y lo mejor de todo era que Helena lo hacía todo con su peculiar manera comedida, sin aspavientos ni declaraciones públicas. Todo se remitía al ambiente privado, a lo interior, y los muchos que tuvimos la suerte de llegar a ese umbral supimos de modo inmediato de la fortuna que habíamos tenido.

Y, claro, estaba Grecia, su pasión. La clásica y la actual. Yo, que seguí sus pasos en mi formación universitaria, me beneficié primero largo tiempo de sus magníficos cursos de latín, pero después por su amor por Grecia del que pueden hablar tantas generaciones de alumnos ilicitanos desde sus viajes organizados hasta las informaciones de todo tipo que continuamente ofrecía. También en esto abrió caminos y yo soy también en este ámbito muy deudor de su gran guía.

Y ahora, Helena, te has marchado de manera tímida y silenciosa, como has vivido. Tu familia y tus amigos te lloramos, te añoramos y seguimos nuestro camino para honrar tu memoria y recordar tu imborrable magisterio de la vida.

(*) Helena Fernández Vidaurreta, profesora de Latín en el instituto La Asunción de Elche, falleció el sábado en Madrid, a los 80 años. El sepelio se ofició ayer martes en Elche.