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Francisco Esquivel

Tiene que llover

Francisco Esquivel

Chulapa sin miramientos

En nada asistiremos al pleno extraordinario de la Asamblea de Madrid para que la presidenta de la Comunidad cuente lo del máster. Qué tontería, por Dios. Mira que tener que explicarlo con lo claro que está.Ya lo ha dicho ella además a través del plasma para dejar bien establecida la profunda admiración que profesa a los métodos utilizados por el genuino líder. La transmutación de la nota de «no presentada» en un siete y medio idéntico, precisamente en las dos asignaturas distraídas, es lisa y llanamente el escarmiento propinado por los enemigos que se ha fabricado combatiendo desaforadamente la mandanga, hasta el extremo de que no se conoce otro caso de dejarse la piel a tiras del modo que lo ha hecho Cristina Cifuentes. Escúchenla, por favor, en la previa de la que se avecina porque el alegato pone los pelos de punta: «La lucha de mi Gobierno contra la corrupción, levantar alfombras, abrir ventanas y regenerar la vida política y las instituciones, afecte a quien afecte y caiga quien caiga, tiene un alto precio». Cómo habrá sido su batalla, cuántas alfombras habrá tenido que sacudir esta mujer que, de los alumnos que hicieron el máster de la Rey Juan Carlos, ninguno la vio por allí, lo cual tampoco es de extrañar si se tiene en cuenta que, aún tratándose de un modelo presencial, contenía apenas 600 horas de clase que, dentro de la tarea histórica en la que se halla embarcada, se pasan en un santiamén.Pero es tal su empeño en que resplandezca la verdad que, aunque se ha abstenido de sacar a la luz el trabajo fin de curso porque no le gusta recrearse en sus méritos, qué va, ha autorizado al centro a que lo haga. En el caso de que nos lo desayunemos próximamente podemos estar seguros de que, el vía crucis que pasó Dios Nuestro Señor camino del Calvario, habrá sido reeditado por los negros que hayan de convertir en cara la cruz de la mandamás. De cualquier manera y, ante la peña más próxima, Cifuentes lo ha dejado ya sentenciado: «Conmigo no van a poder, que se enteren». ¡Huy! Ésta no conoce a los suyos.

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