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Tiene que llover

Sensaciones encontradas

Ahí estoy entre Marilyn, los Kennedy, el Sha de Persia y Liz Taylor. También tengo enfrente un Mao enorme al que millones de personas visualizan a la primera. Fue la forma que tuvo el artista de combatir al comunista más reconcentrado de la historia: comercializándolo hasta el desiderátum. Sí, claro, me muevo por la imponente retrospectiva de ese modernete enclenque, polifacético e inseguro que responde al nombre de Andy Warhol y al que cualquiera que imagine sus andanzas vislumbrará como un creador que debió privarse de poco. Pero toda travesía es un cúmulo de casualidades que nos marca. Nacido en el seno de una familia de emigrantes eslovacos, lo de la firma convertida en icono fue un error de imprenta que le atrajo dado que lo cierto es que se apellida Warhola. No es coña. Cuando llegó a oídos de su madre que el veinteañero andaba pordioserín y esquelético, alimentándose solo de chuches, le hizo una visitilla y se tiró un par de décadas. Al producirse el adiós de doña Julia, la criatura fue incapaz de digerirlo, desistió de asistir al entierro y siempre negó que hubiese muerto.

Dejo atrás CaixaForum y cruzo Recoletos con la idea fija de acercarme al estanque del Retiro, que desde hace siglos solo veo en el recuerdo y esto de la edad lo pone a uno de un sensible que espanta. Pero como enseguida percibo lo desapacible del día, cambio de idea y acelero porque viene el 27. Me chupo la Castellana y me apeo entre los juzgados de plaza de Castilla a la izquierda y el Canal de Isabel II a la derecha por si quieres arroz, Catalina. En la fundación de este último cuelga la cartelería de Toulouse- Lautrec, que lo transporta a uno a madrugadas de cancanes. Regreso al punto de partida para comer y ya no se habla de otra cosa que de la caída de un árbol que, en el parque al que desistí de ir, se ha llevado por delante la vida de un crío de 4 años que patinaba a nada de distancia del padre. Solo de imaginar la escena, los placeres percibidos quedaron sepultados. Es lo que tiene la puñetera realidad. Que gasta una iconografía de aúpa.

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