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Desde mi terraza

¿Cuándo llegamos?

Se acerca la Semana Santa y con ella las vacaciones para muchos españoles que formarán largas hileras de coches por las carreteras españolas, muchos de ellos poblados de niños ansiosos de arena de mar o impacientes por instalar las trampas para cazar pájaros; su ansiedad les hará repetir continuamente, para desesperación de los sufridos padres al volante: ¿Cuándo llegamos? Y esa misma pregunta se la hacen millones de españoles, a punto de perder la paciencia ante este viaje a ninguna parte. Pero se acabó la pasividad: primero fueron los jóvenes indignados del 15M, seguidos de las mujeres, que este año convirtieron sus reivindicaciones en una sonora traca final, y por último los jubilados que ?como dice Manuel Vicent- han salido en masa a las calles con un vigor e intrepidez que ha superado a los movimientos anteriores. Y es que llevábamos demasiados años aquejados de una tremenda apatía social, la explosión tenía que llegar porque a un estómago vacío, a un cuerpo paralizado por el frío en unas casas huérfanas de todo confort, no le valen componendas ni promesas nunca cumplidas. Pero no todo es tan negro, porque el ejemplo de los dos últimos movimientos citados, mujeres y pensionistas y jubilados, nos sitúa ante el mundo como un país civilizado de verdad: ni el menor incidente, ni la menor agresión en unas manifestaciones transversales que han sido de libro. Tengo la impresión de que las protestas de los mayores no van a pasar, como tantas veces, como un fuego que dura mientras se consume porque aquí hay leña para rato. Los jóvenes, los adultos y los mayores se preguntan (nos preguntamos) como los niños ansiosos de vacaciones: ¿Cuándo llegamos? El peligro de una involución ya no es tal porque la involución es un hecho en todos los órdenes sociales, basta echar un vistazo a nuestro alrededor. Me parece que el conformismo, y sobre todo el conservadurismo, ha ido creciendo sin darnos cuenta desde hace al menos veinte años. La conocida como «ley mordaza» se impuso sin que hubiera la reacción social necesaria para no permitirla o para exigir su derogación, la acatamos sin rechistar y eso ya era un síntoma de resignación enfermiza; más tarde han ido llegando encarcelamientos por temas artísticos o culturales, incluido un rapero al que habría que imponerle simplemente una multa al mal gusto; como final, el secuestro de un libro. Pero Urdangarin, con una condena de seis años y tres meses (aunque pendiente del Tribunal Supremo) se pasea tan fresco por las calles de Ginebra Y todo esto no pasaba antes. Debo y quiero añadir, puesto que afecta a mi parcela profesional, la desaparición del Teatro del Matadero madrileño, propiedad del Ayuntamiento de Madrid, espacio artístico de referencia desde que se inauguró hace ya unos cuantos años y que, contando con una media de espectadores más que notable y con un acreditado nivel artístico, amén de la cantidad de profesionales que pudieron presentar sus trabajos, El Matadero, que así se le conoce, ha sido convertido en un lugar de confluencia de las más rabiosas y vanguardistas manifestaciones artísticas, que estaría muy bien si no se hubiera desnudado un santo para vestir a otro. Doña Manuela Carmena se equivocó y no parece que tenga intención de enmendar el error. Lo último (the last but not least) son las intenciones del Ministerio de Cultura para que el Teatro de La Zarzuela de Madrid sea absorbido por la Fundación del Teatro Real, con la lógica inquietud tanto de los empleados del teatro como de los aficionados madrileños a la zarzuela, que son legión. Ya se ha creado una plataforma para intentar evitar lo que muchos consideran un atropello, además de un error, para que la zarzuela no se convierta en la hermana pobre de la lírica, perdiendo su feudo tradicional. Como ven, no queda otra que sumarnos al coro de niños y seguir preguntándonos «¿Cuándo llegamos?». O mejor sería preguntarnos «¿Llegaremos algún día?» En fin, no quiero apelar a la nostalgia porque como dicen Les Luthiers: «No todo tiempo pasado fue mejor, fue anterior».

La Perla. «¿Qué buscas? Tal vez buscas tu destino. Tal vez tu destino es buscar» (Octavio Paz, diplomático mexicano, Premio Nobel de Literatura 1990)

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