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Francisco Esquivel

Tiene que llover

Francisco Esquivel

Los nuevos y los viejos

La gente se ha echado a la calle a decir que ya está bueno lo bueno y esto ha obligado a moverse algo a Rajoy. No hay derecho. Y encima la onu ha sacado uno de sus informes anuales en el que se elige país más feliz del mundo a... Finlandia. Hombre, el resultado no afecta a nuestro capitoste porque es bien sabido que, en la clasificación individual, él es con diferencia el más feliz pero, claro, el estudio realizado tiene en cuenta variables como producto interior bruto, ayudas sociales, longevidad media, calidad de vida de los inmigrantes, índices de libertad y ausencia de corrupción, por lo que el país presidido por quien lo preside, del que la plebe goza la intemerata ya que según la reciente comparecencia del ínclito en el Congreso «el sistema está recuperando el equilibrio financiero en un clima de gran creación de empleo, que ofrece las mejores garantías para mejorar las pensiones sobre cuyo sistema no existe hoy ningún peligro», aparece situado en el puesto 36, pegado a Colombia y a Trinidad y Tobago. Como diría el siempre encomiable Rafa Hernando, «no sé; yo soy de Almería». Finlandia, cierto es, ha tenido suerte. Solo acumula cien años de vida en plan nación y sin embargo España ha contado con siglos de historia para destrozarse a sí misma. Lo que pasa es que desde muy temprano ese sitio tan al norte fue tomando iniciativas inverosímiles y en 1906 se convirtió en el primer estado de la vieja Europa en otorgar el derecho de voto a las mujeres. En palabras de quienes la conocen a fondo, «se trata de una sociedad muy transparente y con múltiples políticas de apoyo social». Para los finlandeses la educación no es cuestión de dinero y su sistema está considerado el mejor del mundo. La forma de haber sido educados ha reportado gran seguridad pese a contar con 140 polis por cada 100.000 habitantes frente a los 365 de aquí. Todo para que, al final, la esperanza de vida sea inferior a la nuestra. La gente no lo valora, pero Mariano se las sabe todas y ahí está el quid. En que tanta felicidad no hay quien la resista.

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