Retomo el pensamiento de Ulrich Bech sobre lo «glocal» que estará presente en muchos de estos artículos: en política y en economía, lo nacional debería coexistir con lo transnacional, con lo global y con lo local. Ya saben, «pensando globalmente, actuando localmente». Y lo hago para hablar de trenes y ruego disculpen el tono personal que mucho me temo tendrán las siguientes líneas. De pequeño, mi abuelo me llevaba durante los veranos -todos los días sin falta- a la vieja Estación de Ferrocarril de Almansa. La hora de aquel paseo era cuando caía la noche y lo hacía coincidir con la llegada de aquellos viejos Expresos, de raquíticos y malolientes compartimentos y velocidades no superiores a los 70 u 80 kilómetros por hora. En esas noches de julio y agosto, además de nosotros dos, también andaba por allí el jefe de Estación, nuestro perro Bombardino, algún que otro viajero, y el bueno de Santos con su botijo. El tren podía parar hasta veinte minutos y para aquellos viajeros menos pudientes que no podían apearse más que a orinar, pero no pisaban la cantina, Santos recorría todo el andén, vagón por vagón, ofreciendo su botijo con agua fresca, muy de agradecer en algunas de esas noches tórridas de verano. Por el servicio recibía la voluntad de la gente. Esa era su forma de ganarse la vida y yo muchas noches le ayudaba orgulloso en su tarea de aguador. Pasaron los años y ya casi ningún tren para en Almansa. La antigua Estación y su cantina desaparecieron, ardieron en un gran incendio. Santos y Bombardino murieron de viejitos quizás de nostalgia, mi inquieto abuelo y su casa de la Estación también pasaron a mejor vida. Hoy sólo quedan recuerdos, una estación sin trenes y unos AVE que pasan como flechas por nuevas vías que se construyeron a varios kilómetros de ese lugar.

Quizás influenciado por aquellas vivencias de infancia, durante mis años en La Verdad dediqué mucho tiempo a investigar toda aquella falsa modernidad que nos vendieron con el AVE y hasta hice un Máster en Derecho Comunitario en el que estudié a fondo el marco ferroviario de la Red Transeuropea de Transporte. Mi tesis de máster, que me dirigió la profesora Nuria Garrido, venía a demostrar lo mal parado que quedaba el sureste español (Albacete-Alicante-Murcia) con aquel timo ferroviario que perpetraron Zaplana, Bono y Gallardón (primos hermanos). De aquel «parto de los montes» que se alejaba de los principales preceptos europeos en materia de política comunitaria de transportes, sólo salieron ganando los usuarios (con un perfil muy determinado) que conectaba el AVE Madrid-València-Madrid. Los trabajos profesionales que tuve la oportunidad de realizar durante la puesta en marcha del Eurostar que conecta París y Londres y el conocimiento y estudio de líneas similares me ayudaron a entender que era y que NO era un AVE o que invertir sólo en AVE o similares de clase B iba a ser una ruina para las infraestructuras ferroviarias del sureste español.

Y así fue. Hace unos días, en un viaje relámpago a Durham, ciudad situada en el norte de Inglaterra, volví a reflexionar (cabrearme) sobre el asunto, como lo hago cada vez que viajo, comparo y pienso en lo que tenemos y en lo que podríamos haber tenido si no nos hubieran timado con el AVE. Durham está conectada con el centro de Newcastle (trayecto similar al Elche-Alicante) con trenes cercanías y de media distancia con frecuencias de no más de diez minutos, modernos y con precios muy asequibles. Por su parte, el centro de Newcastle está conectado con el aeropuerto de Newcastle (muy similar a los trayectos Elche-Aeropuerto, Alicante-Aeropuerto), con metros-cercanías modernos, también con frecuencias que en ningún caso superan los ocho minutos. Ni puñetera falta les hace el AVE.

Y aquí pasan los años y el triángulo Alicante-Aeropuerto (IFA)-Elche sigue siendo un pésimo ejemplo de estructuras ferroviarias. Alicante y Elche conectadas por trenes diésel, vetustos, sucios que contaminan lo que no está escrito, con frecuencias ridículas y con precios nada competitivos que no animan a la gente a dejar el coche en casa. Ni siquiera es competitivo el tranvía que une el centro de Alicante con uno de sus distritos más poblados y turísticos de la ciudad (playas). La Institución Ferial Alicantina al lado de todo y al lado de nada (una isla para coches), y los miles de turistas que llegan todos los días desde Newcastle (es un ejemplo), con destino a Benidorm, tienen que coger autobuses o alquilar coches o taxis porque siguen sin existir conexiones ferroviarias modernas y competitivas entre el Aeropuerto y uno de los núcleos turísticos más importantes del país. Y qué decir de la comunicación por tren entre Elche-Alicante y València. La cohesión social, a partir de la vertebración del territorio que es prioridad de las políticas comunitarias de transporte, en el caso de la Comunidad Valenciana, es una entelequia. Y lo dicho amigos/as, que no les engañen, en València tienen un AVE a Madrid, lo nuestro es otra cosa, una cosa muy cara que ha enterrado inversiones necesarias en cercanías y media distancia.