Puede que solo se trate de una impresión personal, tal vez solo sea un sarpullido producido por el populismo presidencial norteamericano, quizá no tenga más repercusiones; pero a mí me parece que se está produciendo un cierto relevo en el liderazgo mundial. Los imperios contraatacan, si no en el sentido militarista del término, sí en la capacidad de influencia, de dirección y en definitiva de liderazgo en el mundo. En el modelo de organización política deseable. Los regímenes y las libertades occidentales jugaron un papel fundamental en la caída del muro de Berlín, el desmembramiento de los países del Este y la evolución de todos los regímenes comunistas hacia economías no planificadas; hoy ese ideal está dejando de ser un objetivo plausible en distintos países del mundo. El sistema democrático de libertades no tiene la suficiente fuerza y atractivo para orientar la evolución del planeta en ese sentido.

Putin es el nuevo zar de todas las Rusias, conocedor como pocos de los entresijos del Estado soviético y de los servicios de información. Ha llevado la economía soviética a un sistema de monopolios económicos, respaldado o autorizado desde el poder político con una apariencia de mercado para pequeños sectores y un control de las inversiones extranjeras notable. Vladimir Putin gobierna merced a ganar unas elecciones, como las de este domingo, con una pluralidad de partidos ?liberales comunistas, reformistas, etcétera? donde los principales líderes opositores han sido «neutralizados», o inhabilitados. Ninguno de los nuevos millonarios se puede atrever a financiarlos sin poner en peligro sus expectativas, o terminar en la cárcel. Del asesinato de periodistas críticos, o de sus antiguos compañeros en el KGB, no hay pruebas y difícilmente las habrá, pero hay unos datos circunstanciales que justifican cualquier sospecha incluso la respuesta de Gran Bretaña respaldada por Estados Unidos, Francia y Alemania. Rusia con su actuación unilateral recibió las sanciones económicas de Estados Unidos ?con Obama? y de Europa, pero son poco eficientes, y no le frenan en Crimea, en Ucrania, u Oriente Medio. En Siria es la pieza clave favorecido por la inhibición ?error estratégico grave- de los Estados Unidos. Ha dejado a sus aliados europeos y de la OTAN necesitando el permiso ruso para poder intervenir, es el caso de Turquía. Su descarada participación en las elecciones norteamericanas, europeas, e incluso catalanas, le ha sido extraordinariamente rentable. Tardaremos en saber hasta qué punto condiciona las decisiones de Donald Trump.

China ha liberalizado parcialmente su economía, aceptado limitar la contaminación atmosférica, y firmar el acuerdo de París sobre cambio climático. El último congreso del Partido Comunista Chino ha transformado al presidente Xi Jinping en el último emperador vitalicio. Una economía abierta parcialmente al exterior pero con una influencia notable del poder político en los monopolios económicos chinos. Aunque dirigidos por los grandes nuevos millonarios, pragmáticamente se pliegan al poder político imperante. El sistema democrático de Hong Kong -«un país, dos sistemas» pactado con Gran Bretaña- está en extinción. La intervención de China en el conflicto con Corea del Norte muestra la influencia de esta potencia emergente en Oriente Medio. El presidente Trump se verá negociando con un interlocutor de segunda y no con quien realmente manda. También aquí la inhibición y el abandono del tratado con los países del Pacífico -negociado por Obama- deja el campo libre para la gran asociación comercial con China. Además, ha aumentado sus inversiones en África y Latinoamérica y en empresas punteras europeas.

La retirada, o el ensimismamiento norteamericano lo va a pagar caro USA y también Europa. La retirada de Estados Unidos del acuerdo del Pacífico, del acuerdo con Europa, la revisión del tratado con México y Canadá, suman unas expectativas comerciales y de negocio enormes a China, y políticas a Rusia. Europa se encuentra obligada a desarrollar su propio sistema de defensa como está haciendo. Su capacidad de influencia en conflictos, y en incentivar la evolución política hacia sistemas democráticos, el desarrollo de un modelo de Estado de bienestar social y foros multilaterales como los protagonizados por la ONU o el G-20, se reduce notablemente. No contará con el poyo de las poblaciones de las potencias emergentes ni de los antiguos países comunistas.

El modelo de democracia occidental deja de ser un objetivo deseable y atractivo; por contra los regímenes de liderazgos personalistas -incluso autoritarios- empiezan a ser el ideal populista en occidente. Es la imagen de democracia y el modelo que defiende el presidente Trump. Y, lo que es peor, no sólo él.