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Mariola Sabuco

Opinión

Mariola Sabuco

En diferido y con condiciones

Nadie puede negar a estas alturas que el alcalde de Alicante, Gabriel Echávarri, es un redomado optimista. Ayer se permitió el lujo de poner encima de la mesa su dimisión en diferido y se atrevió hasta a poner condiciones. Tras la última decisión judicial, el pasado viernes, que abre la vía para que en un mes o mes y medio se fije la fecha en la que deberá sentarse en el banquillo por el presunto fraccionamiento de contratos en Comercio, el regidor socialista compareció públicamente ayer sin aceptar preguntas, lo que siempre es sinónimo de máxima debilidad política. Echávarri estuvo todo el fin de semana hablando con miembros de su partido y, salvo la concejal Eva Montesinos, el resto le aconsejaron que había llegado el momento de dejar la Alcaldía alicantina para no perjudicarse más a sí mismo, para no dañar electoralmente a su partido y para no deteriorar más la imagen de la ciudad, por este orden. Quienes con él hablaron consideraron que las cosas estaban tan claras que a lo largo del fin de semana circuló el especimen de que Echávarri se marchaba y el presidente del Consell y secretario general del PSPV, Ximo Puig, harto ya de no poder venir a Alicante todo lo que quiere para que no se le pregunte por la situación judicial del alcalde de su partido, se atrevió a afirmar, antes de que el regidor hablara en público, que el proceso para su sustitución ya estaba en marcha y no tiene vuelta atrás. Sin embargo, en la huida hacia adelante en la que se encuentra ya Echávarri, éste aseguró que solo dará «un paso atrás» el día que le abran juicio oral si Eva Montesinos tiene 15 votos sin condiciones, sin tripartitos ni socios para ser alcaldesa. Si no, él se quedará. O en el PSPV le oyeron sin escucharle o ya no le dan crédito alguno, puesto que el canto del cisne del alcalde les sonó a estas alturas a música celestial.

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