Para un hombre cuyo pensamiento político se ha reducido a "no es no" alejarse de esa idea resulta un grave inconveniente. Por razones que tienen que ver con el desafío independentista catalán, Pedro Sánchez lleva mucho tiempo incómodo aceptando cierta uniformidad que, según él, no le conviene electoralmente. De manera que ha decidido que el momento de marcar distancias ha llegado, y lo ha hecho en esa asignatura jamás aprobada por la política nacional que es el pacto educativo para evitar las disfunciones históricas de la enseñanza. No existe un país civilizado que haya desistido del consenso en la educación de la manera en que lo ha hecho España. Hasta el punto que las leyes se han sucedido y abolido de manera continuada dando lugar a una cadena incomparable de fracasos en uno de los asuntos de Estado que requiere una mayor atención y sensibilidad. Pedo Sánchez achacó la espantada del PSOE a la financiación, antes siquiera de ponerse a discutirla. Anteayer, por si cabía alguna duda, Podemos se sumó a la ruptura del pacto anunciando movilizaciones en las calles contra el Gobierno. Pablo Iglesias no quiere que nadie lo adelante por la izquierda. Esta acción reacción la veremos muchas veces en lo que queda de legislatura, si es que de la legislatura queda algo. El objetivo del PSOE y de Podemos no es avanzar en el pacto educativo para no tener que aprobar una ley de educación tras otra sin dar tiempo a que la anterior fructifique. El fin es cargarse a Rajoy a la mayor brevedad posible, rehuyendo el debate de fondo sobre los problemas que afectan al país y eligiendo la yugular frente a la conciliación como método para resolverlos. Somos así.
