El feminismo ha sido, como movimiento social, una de las manifestaciones históricas más significativas de la lucha emprendida por las mujeres para conseguir sus derechos. Aunque la movilización a favor del voto, es decir, el sufragismo, haya sido uno de sus ejes más importantes, no puede equipararse sufragismo y feminismo. Este último tiene una base reivindicativa muy amplia que, a veces, contempla el voto, pero que, en otras ocasiones, también exige demandas sociales como la eliminación de la discriminación civil para las mujeres casadas o el acceso a la educación y al trabajo remunerado.

Ser feminista no es ser mujer y luchar contra los hombres. Hay hombres (y, por suerte, cada vez más) que entienden que no se trata de ver quién es mejor o peor ni de competir por espacios de poder. Todo lo contrario: se trata de convivir en igualdad de condiciones, oportunidades y derechos. De hecho, también hay muchas mujeres que son enemigas del feminismo, generalmente por desconocimiento. Es hora de entender que los problemas de las mujeres no son solo problemas de las mujeres sino de la sociedad y, por lo tanto, defendemos que tanto hombres como mujeres se involucren y busquen soluciones en conjunto.

En nuestro caso, el 73% de las españolas cree que en España no hay igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres a la hora de alcanzar sus sueños o aspiraciones. Este dato sitúa a España como el país donde las mujeres se muestran más pesimistas ante la igualdad de género, seguido por Japón (67%), Corea del Sur (64%), Turquía (55%) e Italia (55%). A nivel global, 4 de cada 10 mujeres en el mundo señala que en su país no existe igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres.

En los años 80, en nuestro país, los hombres comenzamos a visibilizar el movimiento feminista. Lo entendimos y nos hicimos eco de su filosofía. Enseguida fuimos acusados por otros hombres de promover la cultura del hombre "blando", emprender cruzadas junto al feminismo contra la masculinidad, promover el culto a la emoción e impulsar el fracaso masculino. También algunas mujeres feministas nos veían como unos "infiltrados" dentro del movimiento, dudando de nuestras intenciones al creer que en realidad nos motivaba un deseo de seguir manteniendo cuotas de poder, ahora dentro de un marco más igualitario.

Quiero entender que el papel responsable que se espera de nosotros en este sentido es el de comprometernos de manera activa, rompiendo con el modelo tradicional masculino y construyendo nuevos valores y referentes de masculinidad, positivos, respetuosos, solidarios, igualitarios y más libres, asumiendo esta tarea de manera individual y colectiva. Es prioritario tomar conciencia de que el modelo masculino basado en la superioridad, el desafecto, la represión de las emociones, la imposición de la fuerza, la competencia y la violencia, deshumaniza y empobrece a los hombres al tiempo que subordina y discrimina a las mujeres. Un compromiso que nos lleve a no reproducir el sexismo en nuestras vidas, que pase por la de-construcción del hombre patriarcal dominante y la transformación en otro modelo social más justo e igualitario.

Es necesario que todos los géneros se adhieran a la lucha feminista, porque esta tiene como sino la búsqueda de un cambio social que, como todo cambio social, genera transformaciones en la vida de todas las personas. Simplemente, los grupos sociales que están por debajo intentan buscar el lugar que se les ha arrebatado con la historia social de la Humanidad, pero no a base de pisar al otro. Es un espacio donde todos y todas entramos.

Seguimos siendo una sociedad machista y, por ello, la primera cuestión clave es conocer e identificar las conductas machistas (los micromachismos también) para ir cambiándolas.

Si queremos que nuestro apoyo al feminismo perviva, uno de los mayores aportes que podemos hacer es prevenir la herencia machista en las nuevas generaciones. Esto es, en nuestros hijos, sobrinos, alumnos, etc., debemos hacer un esfuerzo por no enseñarles conductas machistas, roles de género y actitudes discriminatorias. Y aunque reciban esos mensajes por otras vías, deben saber que no son las hegemónicas, porque nuestro ejemplo es otro.

No es un aprendizaje de un día, sino que poco a poco iremos descubriendo más y podemos trabajar para ir cambiándolo desde nosotros mismos. En nuestro ámbito también, pero hay que ser humilde y reconocer que el machismo nos viene de serie por herencia cultural, así que no dejamos de ser machistas sólo por querer dejar de serlo. Hay que trabajarlo todos los días. Y además las mujeres también deben de trabajar en el mismo sentido.