Vaya un lío en el que me voy a meter, sobre todo porque no existe una sola causa, no es un tema predeterminado, ni siempre las mismas acciones tienen las mismas consecuencias. Ojalá pudiésemos tener analizadas todas las causas que llevan a la desaparición de empresas que en el pasado tuvieron éxito. Pero no, de manera incomprensible, líderes en el pasado reciente desaparecen casi de repente, sin que apenas nos demos cuenta. Y ni siquiera las echamos en falta.

Así es el mundo actual. Así de injusto, de olvidadizo, casi diría que de materialista. Si hoy me sirve, perfecto, si mañana deja de servirme o tengo una alternativa mejor, me olvido de mi proveedor anterior, sin más, sin previo aviso.

Hay muchos ejemplos de empresas que siendo líderes, desaparecieron casi de repente. Nokia, por ejemplo, líder indiscutible en teléfonos móviles hace muy pocos años, hoy prácticamente está fuera de ese mercado, rebasada ampliamente por Apple, Samsung, Huawei, etcétera. Algo similar, incluso mucho más evidente, ha pasado, por ejemplo, con el sector financiero español o el sector inmobiliario, y de eso en Alicante sabemos mucho.

¿Por qué han desaparecido esas empresas? Por causas muy diferentes en todos los casos. Porque el mundo avanza muy rápido, porque vivimos en el cambio y algunas empresas se han empeñado en aislarse de ese cambio social que lo arrasa todo, porque no han sabido vislumbrar las nuevas exigencias de los clientes; porque en la pelea constante por el crecimiento a cualquier precio no han visto los riesgos en los que estaban incurriendo; porque no han escuchado al mercado; porque no han contado con todos los canales y recursos internos para hacer frente al cambio, para aceptarlo y adaptarse al mismo contando con todos los miembros de la organización.

Por muchas razones, por supuesto, pero todas convergen en una: la mayor parte de las empresas mueren por razones internas, por lo que les pasa dentro más que por lo que ocurre fuera. Son los errores de gestión los más decisivos para terminar con la carrera de éxito de una compañía.

Errores que tienen que ver fundamentalmente con no entender este tiempo; con pensar que es la familia la que debe dirigir la empresa, con independencia de capacidades objetivas; con empeñarse en mandar más que en convencer, sin darse cuenta que hoy la influencia en el ámbito directivo y el trabajo en equipo son mucho más importantes que el poder.

Parafraseando a Groucho Marx, podríamos decir que hay empresas empeñadas en ir «de victoria en victoria hasta la derrota final», y lo peor es que no se dan cuenta del itinerario que están recorriendo.

El entorno es muy difícil, la globalización es una realidad evidente que incrementa de manera considerable la competencia entre las empresas, y frente a eso es necesario competir contando con todos los miembros de la organización, anticipar el futuro o al menos influir en ese futuro que colaboramos en construir o se construirá sin nosotros.

Conseguir el compromiso cualificado de todos en la empresa juega, por tanto, un papel fundamental en la continuidad en el tiempo, en el éxito sostenido de la compañía.

Por esto mueren las empresas, mucho más que por presiones externas de competidores cualificados que sí, al final parece que son ellos los que aceleraron el cierre de la empresa, pero la realidad es que el mismo se produjo por los errores de gestión que comentaba.