El humor y el dolor son emociones fronterizas. Ya saben: Eros y Tanatos en el diván. Quizá por eso, las viñetas y las esquelas guardan unas proporciones similares y ambas van recuadradas. Por eso hay humor gráfico que nos hace llorar y por eso epitafios que nos hacen reír.

Hoy la tristeza y la risa se abrazan de una manera que a uno le resulta un tanto macabra pero también tremendamente saludable, pues no hay mejor manera que joder a La Parca que haciéndole cosquillas. Porque hoy ha fallecido Forges, alias Antonio Fraguas. El maestro del humor gráfico ha abandonado este valle de lágrimas que él compensó con montañas de sonrisas. Lo hizo a lo largo, ancho y alto de 50 años, rotulador en ristre y cara a cara con el tablero. Y hasta el final, como lo demuestra la viñeta publicada hoy mismo en El País, el diario que acogiera su talento desde 1995. ¡Gensanta, cómo pasa el tiempo!

Ustedes, como yo, tendrán algo que decir de Forges porque Forges, antes, ya dijo mucho acerca de todos nosotros. A través de sus personajes de trazo grueso y humor fino, el madrileño universal abordó desde una óptica personal e intransferible (y por ende, irrepetible), todo lo habido y por haber en la vida. Desde los grandes acontecimientos políticos (con la escasa talla de quienes la protagonizan) hasta los eventos consuetudinarios que acontecen en la rua (como glosara Juan de Mairena, alias Antonio Machado). Así y todo, poco hubiera sido el alcance de Forges si su genio se hubiese detenido en estos ámbitos de la noticia. Antes bien, su insaciable curiosidad y pertinaz actividad le llevaron a otros parajes: a islotes perdidos en la inmensidad de la mar salada con cavilosos náufragos y a vastos desiertos atravesados por desnortados y reptantes viajeros. Con esto se intenta expresar que Forges también frecuentó y reinventó los escenarios más tradicionales del humor gráfico.

Por esto Forges ya forma parte de la historia de España y del humor gráfico. Pero antes la historia de España ya pasó por sus manos, con páginas que se grapaban en fascículos, fascículos que se agrupaban en tomos y tomos que conformaban enciclopedias. Durante años, Forges fue dibujante y guionista (siempre fue uno y duo) de iniciativas editoriales como "Historia de aquí", su particular visión a base de viñetas y bocadillos del variopinto pasado de esta España de incierto futuro. Con la partida de Forges, además de incierto, el panorama deviene más triste si cabe. Y tanto que cabrá y lo que te rondaré, morena, proclamo.

Sobre el papel, pues, Forges era un genio. Pero fuera de él también. Había de serlo alguien que comenzó su andadura profesional por los estudios de una Televisión Española en blanco y negro de unos tiempos muy grises. Aquella destreza encontró pronto su hábitat apropiado en la prensa, que lo llevó a múltiples cabeceras diarias (quizá a los más jóvenes o más olvidadizos les sorprenda saber/recordar que quien ha sido el dibujante de referencia de El País recaló en estas páginas desde "El Mundo") y a revistas semanales de naturaleza tan dispar como "Diez Minutos" (servidor tomaba esa revista de su mamá para empezarla por el final, donde me aguardaba su sección), "Interviú" (la revista que a veces, uy, se abría por la mitad) e incluso en mi cabecera de cabecera: "El Jueves" (colaboración que abandonó tras la llegada de nuevos autores y nuevos tiempos y nuevos modos).

Precisamente un dibujante que envolvía los bocadillos con gruesos marcos era en las revistas, cuando dibujaba a toda página, donde nunca delimitada con un recuadro las viñetas. Tampoco el papel le limitó, pues conquistó otros medios donde sacó punta a lo habido y por haber con su afilado ingenio. Así, nos sonará ahora contranatura, pero se calzó los auriculares de la sotanísima cadena Cope. Fue como colaborador de "El debate sobre el estado de la nación", la desopilante sección inserta en el "Protagonistas" de Luis del Olmo, donde departió con otros ases del humor como Mingote, Coll y Tip, Chumy Chúmez, Summers y tantos otros que no puedo o no quiero recordar (no insistas, Google). Pero aquello fue en los jóvenes tiempos. En los más viejos (por recientes) frecuentó las ondas de "No es un día cualquiera", de Pepa Fernández en RNE, donde abordó otra de sus pasiones, el lenguaje, y otra de sus vertientes: la de generador de palabros y neologismos. Algunas de ellas, como bocata y tocata, recibieron el marchamo de la RAE y su consiguiente entrada en el diccionario. Otras, no, pero siguen sueltas en el habla cotidiana.

Ya hace mucho tiempo que Forges era una institución per se. Había evolucionado con los tiempos, había aprendido de ellos y los había enriquecido. De ahí que hubo en el gremio quien le reprochó ser excesivamente institucional, de realizar un humor políticamente correcto allá donde antaño cultivó los tópicos de la época. Valgan como ejemplo los chistes de funcionarios holgazanes. O los de la corpulenta Concha y su cónyuge, el esmirriado Mariano, que encarnaron durante años los arquetipos de la parienta dominanta y el cachazudo calzonazos. Ahora, según declaró en su día el incisivo Guillermo Torres, "es el tipo enrollado, feminista, progre, que dibuja a la mujer leyendo en el sofá mientras el marido está viendo el fútbol. Pero, y esto es una cosa que ha desaparecido de Internet, Forges es el inventor de las focas y un lenguaje en el que se llamaba a la mujer y esposa de cada uno "vacaburra", "foca semoviente", "mole". (De hecho, quien suscribe consultó en su día a Forges, a través de los antiguos chats, acerca del nombre del moderno matrimonio: "Concha y Mariano", replicó Fraguas),

No obstante, esa dimensión institucional contrasta muy-mucho-demasiado con quienes lo conocieron en carne y en directo, en vivo y en hueso. Así, Enrique, nuestro magnífico viñetista en INFORMACIÓN, a quien le unía una gran amistad, lo ha ponderado no pocas veces. "A ver, Vicent, si no, ¿de qué iba a estar él en una asociación como FECO-Spain? El és un grande. No la necesita. Y sin embargo es socio y colabora como el que más".

La ligazón de Forges con la millor terreta del món no se consumía en la amistad con Enrique. De hecho, conocía perfectamente nuestra actualidad más cercana a través de sus viñetas en la sección de Opinión. Forges comentó, en público y en privado, que era el primer colega a quien leía cada mañana. Y no es de extrañar. Si Mingote dijo que si Tip hubiera nacido en EEUU sería tan famoso como Groucho Marx, muchos pensamos que si Enrique hubiera publicado en Madrid o Barcelona, sería tan famoso como Forges. Por lo demás, el maestro también nos conocía de primera mano y por su propio pie gracias a sus estancias en su casa con vistas al Montgó. Hui, els ulls del riurau de Jesús Pobre, que no en són pocs, segur que solten alguna llagrimeta per ell.

Forges dibujó en blanco y negro y exploró los colores de un flamante Photoshop. Forges fue un referente en revistas ya clásicas y ha sido un influencer en las redes sociales. De hecho, fue todo un fenómeno viral antes de que parieran internet. ¿Quién no podría recitar ahora alguno de sus diálogos? ¿Quién no ha tenido algún Forges clavado en una chincheta en un tablón de corcho? Forges está en nuestra historia y en nuestra vida.

Y hoy que Twitter no deja de ser un alegre y melancólico funeral en su memoria, dejaré de aporrear este teclado para rendirle homenaje a través de otra de sus pasiones: la lectura, los libros. Cierro este word y abro "Doce de Babilonia", la única novela que escribió. En las páginas de cortesía aparece una reflexión que retrata el patio para los que quedamos: "Tristes tiempos en los que la Verdad, probablemente, se habrá tenido que refugiar en una fotocopiadora"

Aciago vaticinio y stupendo plan, proclamo.