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Antonio Sempere

En pocas palabras

Antonio Sempere

Los ficus y las personas

Treinta y tres toneladas de basura recogieron los servicios de limpieza tras el Sábado Ramblero de 2018, caracterizado por unas bajas temperaturas que poco importaron a quienes se acercaron al centro de la ciudad con bula para el desenfreno. Como vecino del eje Portal de Elche-Plaza de Gabriel Miró durante los últimos 25 años me hago cruces de hasta dónde puede llegar a degradarse un casco urbano que, lejos de ser acogedor, habitable y atractivo, hace tiempo se convirtió en grotesco, maleducado y sucio.

Califican las crónicas lo vivido en las inmediaciones de la plaza Gabriel Miró como una bacanal. Algunos grupos vecinales y políticos han hablado por los ficus, que no tienen voz, expresando con estupor cómo fueron invadidos, pisoteados y orinados a tutiplén. Como víctima del desatino durante los últimos cinco lustros en la zona me limito a contar lo que viví en primera línea de fuego. Observando, que es gerundio, que nada me gusta tanto como escudriñar en el comportamiento ¿humano? y en cómo el ser humano es capaz de comportarse cuando se mimetiza en un colectivo.

Como decían en aquella película, el sábado salí a la calle y vi cosas que no creeríais. Vi y escuché. Porque los decibelios comenzaron bien pronto, con la luz solar muy afuera. Mientras en los últimos días he asistido a través de las televisiones a fiestas muy singulares y de muy fuerte arraigo, de Águilas a Badajoz, de Tenerife a Las Palmas, y de Cádiz hasta los pueblos más ignotos; fiestas preñadas de imaginación, de creatividad y poso, en Alicante he vuelto a asistir por enésima vez a una apoteosis del mal gusto. A una especie de exaltación de lo cutre por lo cutre. Porque no se puede calificar de otro modo lo que uno es capaz de encontrar una madrugada como la que mentamos.

Ni el antropólogo más permisivo podría encontrar un argumento convincente para justificar lo acontecido como tradición, como transgresión, como seña de identidad cultural.

Particular sonrojo me produjo la concentración de jóvenes muy jóvenes, muchos menores, a lo largo y ancho del Parque de Canalejas. Orines y más orines en las inmediaciones de Portugal, Alemania y adyacentes. Y como oficializando el ritual, un tienda de campaña de Cruz Roja frente al Aula de Cultura de la CAM, velando por los posibles damnificados. Atendiendo bajas.

¡Ay, si fuera sólo el Sábado Ramblero! Lo peor es que nada apunta a que los restantes 51 de fines de semana restantes sean mejores. El tardeo avanza posiciones, y mientras otros centros históricos de urbes civilizadas son un primor, sin confundir fiesta con mala educación, el centro de Alicante se va convirtiendo, año tras año, en una enorme terraza de la que somos expulsados quienes no comulgamos con ese concepto de fiesta. No quiero ni imaginar cómo pueden ser Constitución y Bailén peatonalizadas y «entardeadas». Castaños bis. Y avanzando posiciones. Que Alicante es una ciudad incívica ya lo sabemos. Que en el futuro lo sea todavía más depende de que se adopten medidas severas. Aunque soy pesimista.

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