Vistas las nuevas exigencias de la sociedad del aprendizaje (las sociedades deben aprender para sobrevivir y progresar en un entorno cambiante, o resignarse a fracasar), deberíamos reconocer la importancia estratégica de la educación y, consecuentemente, ocuparnos de mejorar la formación, selección y carrera profesional del profesorado. Así, la abundante investigación conocida y las evidencias acumuladas coinciden en corroborar que el profesor marca la diferencia. «Antes que los recursos materiales, antes que las infraestructuras, antes que la ratio, antes que el currículum, están los profesores» ( M. F. Enguita).

Elegir a los mejores para convertirlos en profesores, conseguir que sean muy buenos dando clase y que todos y cada uno de los alumnos tengan una educación excelente y no se quede nadie (o el menor número posible) por el camino. No se trata de un nuevo eslogan político, sino de los puntos en común que ha encontrado la consultora Mckinsey entre los sistemas educativos con mejor desempeño, en un conocido informe que concluía: «La calidad de un sistema educativo no puede exceder la calidad de sus profesores». Además, desde el Consejo de la UE (2009) coinciden en señalar «los conocimientos, aptitudes y compromiso de los profesores y la calidad de la dirección de los centros como los factores más importantes para lograr unos resultados educativos de alta calidad».

Todo el mundo parece estar de acuerdo, pues, en que los profesores son una pieza clave de los sistemas educativos. Ahora bien, ¿acaso no hacen justamente eso (atraer, seleccionar, formar y conservar a profesores eficientes) todos los países?

Parece que no. No todos los países comienzan la selección de los futuros docentes en la entrada a la Universidad, justamente para iniciar su formación y la construcción de su identidad profesional, ligada a aquella. Cualquier formación inicial -dicen- vale, si consigues aprobar la oposición. Tampoco todos los países se ocupan de conseguir que esos docentes sean muy buenos dando clase, al obviar irresponsablemente programas sistemáticos de mentoring y coaching, desempeñados por los mejores profesores veteranos para reforzar las competencias de los profesores noveles. Lo más importante del concurso-oposición, dicen, es la oposición, después, el trámite de las prácticas. Finalmente, no todos los países adoptan las mismas intervenciones educativas cuando detectan problemas importantes de aprendizaje en los alumnos. Los hay que intervienen pronto y siempre, para evitar que algún alumno se quede rezagado. Los hay que, sencillamente, les mandan repetir. Con el éxito por todos conocido.

Entre nosotros, A. P. Rubalcaba (elecciones de 2011) había mostrado su escasa satisfacción con el modelo vigente de formación y selección del profesorado, proponiendo un modelo que él mismo describió como análogo al modelo de formación y selección de los médicos especialistas (MIR). Una propuesta parecida ha sido planteada por el ministro I. Méndez de Vigo de cara al Pacto Nacional por la Educación en ciernes, al tiempo que acabamos de conocer otra similar aprobada por los Decanos de las Facultades de Educación. Unas propuestas que motivan estas reflexiones:

1ª) El modelo MIR constituye una evidencia magnífica de que nuestra Universidad, y nuestro sistema sanitario, pueden llevar a cabo la formación y selección de los futuros Médicos con una excelencia reconocida en Europa. Por tanto, también podemos hacerlo con los Profesores.

2ª) El MIR constituye la fase final de un modelo integral de formación y selección que puede resultar válido para la docencia, pero solo si se adapta el modelo en su integridad. Primero, la selección de los estudiantes de bachillerato para acceder a los estudios de Medicina, posibilitando así que los futuros médicos vayan construyendo su identidad profesional. Después, la selección para acceder a la formación especializada «in situ». Finalmente, la acreditación y acceso a una plaza como médico. No vale copiar solo una fase del modelo.

3ª) Usando las palabras de E. Morin, si queremos tener éxito en nuestro propósito «debemos mantener lo que resulte imprescindible, crear o inventar lo realmente necesario y deshacerse de lo inútil y nocivo». Así, ¿qué deberíamos mantener? Un proceso de selección del profesorado acorde con los principios de publicidad, mérito y capacidad. ¿Qué deberíamos crear o inventar? Un proceso de formación inicial ligado a la selección: selección inicial para acceder a la capacitación docente (grado y postgrado, al menos en Secundaria) y acreditación de un determinado nivel de desempeño para la selección definitiva. Y, además, un modelo de carrera profesional ligado a los logros de los estudiantes. Finalmente, ¿de qué deberíamos deshacernos? De un modelo de acceso a la función pública docente ineficaz y caduco, que desprecia la formación especializada de los futuros docentes y confía que una antigualla -la oposición- les proporcione las competencias profesionales específicas (científicas y metodológicas, pero también sociales y emocionales) que necesita una profesión clave para la sociedad del aprendizaje.

Así pues, si queremos que nada siga igual en la docencia lo del MIR docente, siendo necesario, dista de ser suficiente.