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Grabaciones indiscretas

Puigdemont reconoce la victoria del Gobierno español

Todo lo relacionado con el llamado procés de independencia de Cataluña adquiere, tarde o temprano, tintes surrealistas. El último episodio de esta saga, al parecer interminable, fue la captura por un cámara de televisión de un intercambio de mensajes privados entre el fugado Puigdemont y el también fugado Comín a través de la pantalla del teléfono móvil de este último. Y de la literalidad de los mismos se deducía que el candidato a sucederse a sí mismo como presidente de la Generalitat estaba muy bajo de moral, se sentía traicionado por otros políticos independentistas y, tras decir adiós al proyecto de república catalana, daba por triunfador de la disputa al Gobierno español. "Supongo que tienes claro -le decía pesaroso Puigdemont a Comín- que esto se ha acabado".

La divulgación de estos mensajes alborotó momentáneamente las tertulias en radios y televisiones y en bastantes de ellas, a parte de dar casi por finiquitado el contencioso, se especuló con la posibilidad de que la grabación hubiera sido propiciada por el propio Comín ya que no es normal proceder de forma tan descuidada en asunto tan comprometido. Y a esa insinuación malévola se añadía la circunstancia aparentemente sospechosa de ser el propietario del teléfono militante de Esquerra Republicana, formación a la que se atribuye, desde las tertulias madrileñas, la intención de sustituir a Puigdemont por otro candidato a presidente de la Generalitat que no esté incurso en causa penal. Al fin y al cabo, cuatro años de disfrute de nóminas y de mangoneo político no dejan de ser un panorama muy apetecible al que no se puede renunciar.

Ya lo dijo el diputado Tardá mientras se le ponía cara de sacerdote azteca: "Si hay que sacrificar a Puigdemont para conseguir el objetivo político republicano, pues tendremos que sacrificarlo". Pero, como todavía no parece llegado el momento de acuchillarlo ante el altar de la patria, los independentistas recogieron velas, aparentaron unidad de acción y reiteraron ante los medios que su único candidato a presidente en la sesión de investidura que ha de celebrarse algún día (la convocatoria está por ahora en un limbo jurídico) sigue siendo el ilustre fugado a Bruselas. Una actitud de cautela que secundó el propio Puigdemont al reiterar que seguía firme en su propósito de ser investido y no se arrugaría ni se echaría atrás. "Si el bloque del 155 se hace ilusiones sobre la división del independentismo -dijo- tendrá un enorme disgusto". Bien, está por ver cuánto tiempo resistirá el fugado sin apearse de su postura (la pequeñoburguesía suele ser cabezona), pero mientras tanto es previsible que asistamos a nuevos episodios tragicómicos.

Últimamente, la política catalana es pródiga en escenarios de espionajes, traiciones y confidencias. Recordemos, sino, la famosa entrevista que mantuvieron en el restaurante La Camarga Alicia Sánchez-Camacho, entonces máxima dirigente del PP catalán, con María Victoria Álvarez, excompañera sentimental de Jordi Pujol Ferrusola, al que acabó acusando de llevar maletas llenas de dinero a Andorra. Según algunas versiones periodísticas, la señora Sánchez Camacho pretendía tirar de la lengua a la de por sí ya bastante lenguaraz señora Álvarez y a tal objeto colocó ella misma, u ordenó colocar, un micrófono en un jarrón colocado sobre una mesa del restaurante. El lío rebotó un tiempo por redacciones y juzgados, pero al final quedó en nada.

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