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Antonio Sempere

El teleadicto

Antonio Sempere

Un desastre chanante

La Gala de los Goya fue un desastre. Hay que decirlo en corto y sin paliativos. Es muy difícil llevar a cabo una entrega de premios de estas características con menos gracia, con menos ritmo, con más torpeza y menos emoción. Y eso es justo lo que sufrimos el pasado sábado. La Gala de los 32 Premios Goya no tuvo maldita la gracia. Su arritmia llegó a ser agotadora a la primera de cambio, cuando todavía faltaban más de dos horas de suplicio. Las torpezas en un guión que no pasaría cualquier filtro mínimamente exigente nos hicieron sentir vergüenza ajena. Y por si fuera poco todo esto, la emoción estuvo completamente ausente de la ceremonia. Las emociones, tan elementales para sostener una gala de estas características.

Harían bien en revisar los responsables de la Academia de Cine la gala de los Gaudí que tuvo lugar el domingo 28 de enero en el Fórum de Barcelona, presentada por David Verdaguer. No sólo ganó por goleada. Es que fueron la noche y el día. Ideologías aparte, en todo lo relativo a puesta en escena, ritmo, música en directo, recreación de un clima emocionante, sorpresas, e incluso realización televisiva, los Gaudí estuvieron tan por encima que comparar una gala con otra sería como cotejar la llevaba a cabo por una televisión local sin medios con los Bafta de la BBC. Nos llevan mucha ventaja los catalanes. En tantas cosas. Y no digamos en televisión. Ay, me imagino la cara de Andreu Buenafuente tapándose los ojos muerto de vergüenza.

Tanta como sentí yo en el momento en que salió en escena la actriz Cristina Castaño a cantar las excelencias del formato corto. Fueron las líneas más desacertadas que he escuchado en décadas. Y Garci sí tiene cortos excelentes, como el que dedicó al crítico Alfonso Sánchez.

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