Son siete años de guerra conmás de cinco millones de refugiados y seis de desplazados internos. Para unos, guerra civil y, para las fuerzas gubernamentales de Bashar al-Ásad, es una injerencia de otros países árabes en los asuntos internos de Siria. Del asentamiento en su territorio del Estado islámico (ISIS) coaligado con Al Qaeda (en Siria llamado al-Nusra), responsabilizan a los emiratos del Golfo, los grupos sunitas y su versión saudí, el wahabismo. La resolución más completa y consensuada del Consejo de Seguridad, la 2.254 de diciembre de 2015, sobre la situación en Siria parte de reafirmar «su firme compromiso con la soberanía, la independencia, la unidad y la integridad territorial de la República Árabe siria, y con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas». Es a la que unos y otros se acogen para buscar una salida al conflicto, pero que cada día está más lejos.

En esa misma resolución se confirma nuevamente que Naciones Unidas hace suyas las negociaciones de Ginebra para una «transición política dirigida por Siria y que Siria considere propia para poner fin al conflicto en el país, y destaca que el pueblo sirio decidirá el futuro de Siria». Las negociaciones de paz de Ginebra estaban impulsadas por el conocido como Grupo Internacional de Apoyo a Siria (GIAS). Integrado por las principales potencias mundiales y regionales -excepto Israel-, también España, más la Liga Árabe, la Organización de Cooperación Islámica, la Unión Europea y las Naciones Unidas.

Tras la propuesta rusa de 2016 para coordinar los esfuerzos contra el Estado Islámico, el ISIS y al-Nusra han sido derrotados. Los norteamericanos respaldaron con armamento y más de dos mil instructores a las fuerzas kurdas, las llamadas Unidades de Protección Popular (YPG) brazo armado del partido de la Unión Democrática Kurda (PYD) que controlan toda la frontera norte. Turquía respalda a los rebeldes junto a su frontera, pero recela del fortalecimiento kurdo. La aviación rusa ha sido decisiva en su apoyo al gobierno sirio, y los iraníes hicieron lo propio organizando milicias gubernamentales NDF (Fuerza de Defensa Nacional) y a través de Hezbolá que controla toda la frontera con Líbano. El gobierno de al-Ásad controla la costa mediterránea de Siria -donde Rusia tiene una estratégica base naval- y la frontera con Líbano, Israel y Jordania.

En esta situación, Rusia tiene el mayor protagonismo, al igual que Irán cómo potencia regional. Arabia Saudí pierde presencia, y en el sur tiene el enjambre de Yemen. Estados Unidos ha respaldado a los kurdos, pero no puede hacerlo al este del Éufrates donde el ejército turco ? socio de la OTAN- ha intervenido directamente para expulsar a los kurdos de su frontera con el visto bueno de Putin.

Rusia ha celebrado una reunión esta semana en Sochi (en las costas del Mar Negro ruso) sobre la paz en Siria a la que han asistido Siria, Turquía e Irán, pero no los rebeldes de la Comisión Suprema Negociadora (CSN), ni los kurdos ni los aliados occidentales. La semana anterior se había convocado la octava ronda de negociaciones en Viena convocada por Steffan de Mistura, el enviado especial de Naciones Unidas para Siria, para conseguir un acuerdo político entre el gobierno sirio y la CSN. De Mistura asistió invitado a Sochi pero los grupos opositores se negaron.

El proyecto de resolución (S/2017/ 1074) presentado el pasado diciembre por Estados Unidos y Rusia, observa «con preocupación que la situación en el Oriente Medio es tensa y probablemente lo seguirá siendo, a menos y hasta que se alcance una solución general que abarque todos los aspectos del problema del Oriente Medio», y en respuesta a los incidentes en los Altos del Golán recuerda a Siria e Israel, «la obligación que tienen ambas partes de respetar escrupulosa y plenamente lo dispuesto en el Acuerdo sobre la Separación de las Fuerzas de 1974, e impidan toda violación del alto el fuego y de la zona de separación».

En realidad, lo que se ha hecho en Sochi es constituir un frente cuya principal conclusión es mantener la unidad territorial Siria, como pretende también la ONU. Eso es muy difícil. No le interesa ni a Arabia Saudí ni a la tercera potencia regional: Israel, que ha tenido intervenciones puntuales y «discretas», y que está reforzando sus relaciones con los emiratos con vistas al plan de Jared Kushner, el yerno de Trump, para Palestina. La solución será general o no será. Veremos.