Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La atalaya

Hasta siempre, Jorge

El alzhéimer nos privó de su presencia, pero nunca de su huella. Esa cruel enfermedad nos hurtó valiosos e impagables momentos de charla para descarnar lo que sucedía o vaticinar lo que podía suceder. Para esas cosas siempre resulta una ventaja escuchar a algún miembro de esa especie tan escasa, capaz y ética que tanto suma en tiempos de turbulencia. Yo tuve el privilegio de conocer a Jorge Abad. Retirado por voluntad propia, tomó la senda de su amigo y compañero, alcoyano como él, Juan Antonio Gisbert, cuando intuyó que la CAM iba a dejar de ser la CAM para convertirse en lo que acabó siendo. Un tipo tan cabal a la hora de aportar raciocinio al devenir diario no podía tener despacho entre tanto irresponsable. Así perdimos a Jorge, a Gisbert y, poco después, a la Caja. Hago memoria y recuerdo cuántas veces menté su nombre durante los años duros de este siglo, rememorando la conversación que mantuvimos durante la boda de su hijo, Javi, en Dénia, con Ximo Genís como testigo. Era época de bonanza, allá por 2007, en la que todavía atábamos los perros con longanizas, cuando le escuché anunciar la crisis que se avecinaba («la que nos va a caer encima va a ser de cuidado»), anticipándose a analistas, economistas, ministros y especialistas del ramo, que no cayeron en la cuenta hasta muchos meses después. Estos días atrás supe que había decidido dejar de comer. Entendí que ya se había cansado de seguir sin estar. Para una de las mentes más lúcidas que he conocido en mi vida debió resultar inaguantable continuar más tiempo a oscuras. En la despedida nos deja a Inés, idéntica madera, aportando luz y energía por el centro AFA, en esa lucha sin descanso para que el alzhéimer no atormente más allá de lo inevitable. Hasta en el adiós vuelve a estar presente su innata generosidad. Hasta siempre, Jorge. Fins sempre, amic.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats