España creó 490.000 empleos en 2017 pero el ritmo se frenó en el último trimestre. La tasa de paro cerró el año en el 16,55%, su nivel más bajo desde 2008, pero el cuarto trimestre fue el peor para el empleo desde 2013. Solo el sector público evitó una caída mayor.

Los buenos datos del mercado laboral en 2017 sorprendieron a todos los analistas que hace un año anticipaban una ralentización importante de la economía. No fue así y el país consiguió seguir creando empleo a un ritmo acelerado, incorporando a 490.300 personas al mercado laboral. Sin embargo, el año no culminó con la «guinda» debido a los pobres datos del último trimestre, que generan cierta incertidumbre sobre una posible desaceleración del empleo.

En el cuarto trimestre del año, el número de ocupados cayó en 50.800 personas respecto al mismo trimestre del año anterior, lo que supone la mayor caída en un cuarto trimestre desde 2013, cuando España todavía destruía empleo con intensidad, según los datos de la Encuesta de Población Activa publicada estos días. Esto significa que ha sido el peor cuarto trimestre para el empleo de toda la recuperación, una cifra preocupante. Tanto en 2014 como en 2015 se creó empleo en el último trimestre, con 65.100 y 45.500 ocupados más respectivamente. En esta ocasión ha ocurrido todo lo contrario.

La destrucción de empleo fue especialmente intensa en el sector privado, lo que genera todavía más dudas sobre un posible cambio de tendencia en el mercado laboral. En concreto, el sector privado destruyó 63.500 puestos de trabajo, mientras que el público creó 12.700 empleos. El resultado es un cambio de tendencia en el ritmo de creación de empleo. Después de dos trimestres consecutivos en los que se crearon más de 500.000 empleos, en términos interanuales, en los tres últimos meses se frenó hasta 490.300 ocupados.

De esta forma, 2017 cerró con 18.998.400 ocupados y con 3.766.700 parados. Aunque a lo largo de 2017 se lograron registrar picos más altos de ocupación (se llegaron a superar los 19 millones en el tercer trimestre), la cifra de ocupados con la que termina 2017 es la más alta en un cierre de año desde 2008.

Pero seguimos teniendo un problema: baja el paro pero aumenta la precariedad. La tasa de precariedad en España en 2016 fue del 26,1%, siendo el 25,8% en el caso de los hombres, y el 26,5% en el de las mujeres. Debemos compararnos con la Unión Europea: en el caso de la UE, la tasa de precariedad alcanza al 13,8% de los hombres y al 14,7% de las mujeres. Es cierto que la economía crea empleo a tasas notables, pero se trata esencialmente de empleo precario. De hecho, se crea tanto empleo porque es precario y de baja productividad. Como en otras salidas de crisis en España, los empleos temporales son los que crecen más.

La mismísima Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha señalado que la reducción del desempleo en España se ha hecho a costa de un empleo de baja calidad con altas tasas de temporalidad y ha pedido medidas para reestructurar el mercado laboral. La OIT también recomienda atajar la pobreza laboral, la que afecta a aquellos que pese a trabajar consiguen unos niveles de ingresos mínimos para poder vivir, y cree que para ello se deben mejorar los salarios y la calidad del empleo, así como prestar atención al colectivo de los autónomos, que es el grupo con mayor número de personas en esta situación.

Soluciones para atajar esta precariedad instalada en el mercado laboral español, existen. Apuntamos algunas que en nuestra opinión serían efectivas. La primera sería que los trabajos temporales se usen realmente para «lo que fueron creados» es decir, para reemplazar a empleados enfermos, o en licencia de maternidad, o bajas puntuales voluntarias, no para hacer tareas permanentes en el seno de la empresa. Además, se debería legislar de manera que no haya diferencias ni para el trabajador ni para el empresario entre los trabajos temporales e indefinidos. Es decir, el trabajador tiene que estar protegido y debe disfrutar de los mismos derechos sea cual sea su estatus. Por último, las empresas deberían cotizar igual sea cual sea el tipo de contrato que tiene el empleado, para evitar incentivos empresariales por el hecho de usar los contratos temporales.

La mayoría de empleados a tiempo parcial lo hacen de forma involuntaria. A partir de 2008, se incrementan notablemente las entradas al empleo a tiempo parcial involuntario no solo desde una situación previa de paro, sino también desde una situación previa de empleo a tiempo completo, esto quiere decir que, con la llegada de la crisis, las empresas redujeron su demanda de trabajo y una cierta mayor proporción de los puestos de trabajo pasaron a ser a tiempo parcial, a pesar de que quienes los ocupan deseaban trabajar más horas.