Se nos anuncia que el 6 de febrero próximo saldrá a la venta, en castellano, «Generación Líquida: transformaciones en la era 3.0.», un ensayo póstumo escrito a cuatro manos entre Zygmunt Bauman y su joven discípulo italiano Thomas Leoncini. Se trata, según sus propias intenciones, del testamento intelectual del gran sociólogo y filósofo polaco, autor de una de las obras esenciales de nuestro tiempo, «La Modernidad Líquida».

Por ahora tenemos a mano la pre-publicación -que nos ofrece el diario El Mundo- de un fragmento del diálogo entre el viejo pensador y el joven filósofo, periodista y poeta, donde Bauman ya anticipa algunas ideas referidas al impacto cultural de la Red: «Acogimos con entusiasmo -dice Bauman- la promesa de la oportunidad de una segunda vida (refiriéndose a Internet y la sociedad de la información), pero el mundo en el que tendemos a llevar nuestra segunda vida es el mundo del ciberacoso y la difamación».

Aun reconociendo que la Red ha permitido el acceso a innumerables personas que antes quedaban en el anonimato, para Bauman en vez de servir a la causa de mejorar la calidad de la integración humana, de la comprensión mutua, la cooperación y la solidaridad, «la Red ha facilitado prácticas de aislamiento, separación, exclusión, enemistad y conflictividad, en la medida en que ofrece a cualquiera vía libre para las insinuaciones, la calumnia y las difamaciones, y en general, la mentira».

El mundo del que habla Bauman es, decididamente, un mundo infeliz, el reverso del que Aldous Huxley describió hace más de ochenta años. En la distopía de Huxley, la felicidad se alcanza suprimiendo el deseo, a la manera de los orientales; para Bauman, por el contrario, la sociedad actual, una sociedad erótico-publicitaria se empeña en organizar el deseo y, como dice Michel Houellebecq, en aumentar el deseo en proporciones inauditas, «pues para que la sociedad funcione, para que continúe la competencia, el deseo tiene que crecer, extenderse y devorar la vida de los hombres».

El mundo de Huxley pasa por ser una distopía totalitaria. En realidad, es el mundo hacia el que nos dirigimos, basado en el control genético y la separación entre sexo y procreación, lucha contra el envejecimiento, cultura del ocio, eutanasia discreta y libremente consentida, y antidepresivos y ansiolíticos cuando asoman leves sentimientos de tristeza.

La gran intuición de Huxley fue subrayar que la evolución de las sociedades está en manos de la evolución científica y tecnológica y, desde luego, de la biología. Su error fue considerar que la sociedad se dividiría en diferentes castas, siguiendo su naturaleza biológica, cuando lo cierto es que su intuición choca con los valores presuntamente igualitarios del sistema actual, que se vale del desarrollo de la robotización para suprimir tareas indeseadas. Pero, sobre todo, Huxley, un liberal, medio anarquista y algo místico, no tuvo en cuenta algo que Bauman señala constantemente en diferentes obras: que el individualismo, magnificado por la ciencia moderna, conlleva la vanidad, el odio y el deseo; En definitiva, la diferenciación narcisista.

Estamos ante un ensayo que habrá que leer y releer. Delata la incomunicación entre la on-life, la vida de la comunicación en la Red, y la off-life, la vida de la comunicación presencial; y también, como el título de la obra indica, la difícil situación de las jóvenes generaciones en el plano comunicativo, en marcha hacia un mundo infeliz.

Un detalle nada casual es que T. Leoncini, un pensador que encandila a los jóvenes, presentó el libro el pasado abril, en audiencia privada en Santa Marta, al Papa Francisco.