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Joaquín Rábago

¿Hasta cuándo?

¿Hasta cuándo, señores del PP, seguiréis abusando de nuestra paciencia? ¿Hasta cuándo del miedo de demasiados ciudadanos al cambio, de su miedo a la democracia?

¿Hasta cuándo tendremos que seguir soportando el cinismo de algunos de vosotros, la frivolidad o la prepotencia de otros ante una corrupción que no es, como pretendéis muchas veces episódica, sino sistémica?

¿Tendremos acaso que esperar a que pasen los años y la justicia - ¡ay, aquí siempre tan lenta!- diga su última palabra, si es que los delitos que se imputan a algunos no han prescrito mientras tanto?

Parece que la omertà ha comenzado finalmente a resquebrajarse y ex altos cargos, muñidores y empresarios corruptos han decidido hablar a cambio de que se les rebajen sus eventuales condenas.

Pero ante evidencias que deberían abochornar a cualquier persona con un mínimo de vergüenza, preferís seguir mirando para otro lado, relativizando lo sucedido, frivolizando.

Ya no basta esconderse detrás de la bandera nacional, agitar continuamente el espantajo de la amenaza a la unidad de España para ocultar la podredumbre de lo que ha sido y es todavía un sistema de gobierno.

¿No es suficiente con lo que ya sabemos, pese a los intentos de los medios públicos por ocultarlo, para exigir al menos responsabilidades políticas sin tener que esperar a lo que digan un día los tribunales?

¿Puede una democracia resistir una corrupción que clama al cielo? ¿No habría que repetirles a los ciudadanos aquel "¡Indignaos!" que en su día recomendó Stephane Hessel a los jóvenes?

Hay demasiada apatía, demasiada resignación, excesivo conformismo cuando se requieren un mayor espíritu cívico y mayores exigencias democráticas?

No es admisible que la estabilidad económica pueda utilizarse como chantaje para dejar de exigir responsabilidades a los corruptos que siguen en sus cargos.

La oposición tiene que hacer su trabajo, pero no basta: es necesaria la presión de los ciudadanos y de los medios. No es posible seguir como hasta ahora.

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