En estos días oímos hablar, y mucho, del Foro de Davos, el llamado también Foro Económico Mundial. Ha intervenido el rey Felipe VI, o el presidente norteamericano Trump. Los organismos supraestatales como la ONU, el G-20, el G-7, la Unión Europea, etcétera, son órganos donde se reúnen representantes, más o menos directos, de los distintos Estados, que definen estrategias globales en nombre de sus representados. El Foro de Davos, y sus reuniones regionales, son grupos informales nada sujetos al control democrático de los ciudadanos, ni directo ni indirecto, ni representativo de los Estados, pero tan poderosos que a sus reuniones acuden decenas de jefes de Estado y de Gobierno, representantes de las principales instituciones y empresas mundiales que se constituyen en auténticos lobbies, o cuando menos creadores de opinión en temas trascendentales para la humanidad. ¿Quién lo controla? Obviamente quien lo paga: el Foro está financiado por un centenar de empresas miembro. La empresa miembro típica es una empresa global con más de cinco mil millones de dólares de facturación. De nuestro país están presentes media docena de las principales del IBEX (Santander, BBVA, Iberdrola, etcétera). Hay un comité de selección que invita a participar a particulares y empresas. Hay reuniones amplias para conferencias y comunicaciones y otras restringidas a selectos.

En verano quizá leeremos algo, aunque menos, de la reunión de los Bilderberg y también de la Comisión Trilateral o del Club de Roma. De estos el más antiguo es el Grupo Bilderberg, al que han llegado a calificar de «gobierno del mundo en la sombra». Debe su nombre a la ciudad holandesa donde celebró su primera reunión en 1954. Creado inicialmente por el príncipe Bernardo de Holanda, tras de la Segunda Guerra Mundial con objeto de influir, o si se quiere planificar, el futuro de Europa y del sistema mundial. Al mismo asiste desde entonces anualmente entre 100 y 200 personalidades, como se suele decir, o sea, gente muy poderosa de las finanzas, de la empresa, de la política, de la Universidad y de los medios de comunicación. También por rigurosa invitación del representante en cada país o región. En España, el coordinador de los Bilderberg es Juan Luis Cebrián, hasta hace unos meses presidente del grupo PRISA (El País, Cadena Ser). No busquen ahí información sobre el Club, no la hay. Mejor ver La Historia definitiva del Club Beilderberg, Daniel Estulín (Editorial Planeta, 2008). Uno de los primeros españoles que participo fue Manuel Fraga, en el Reino Unido (1977), en plena transición, y una de las últimas la vicepresidenta Sáenz de Santamaría. Al igual que Davos, está financiado por grandes empresas, pero aquí no hay publicaciones de los temas que tratan y lo que allí se habla está sujeto a la confidencialidad absoluta de los invitados. Nunca se ha permitido la asistencia de la prensa, ni se emiten comunicados de las reuniones, conclusiones o debates. Resulta particularmente curioso que al Rey emérito Juan Carlos I le hayamos reprochado su afición a todo tipo de caza y safaris; pero nadie le ha reprochado a la Reina Sofía su participación, al menos desde 2001, en las reuniones de este grupo tan poderoso y que tanta influencia tiene en el devenir internacional. A la reunión de Davos asiste Felipe VI acompañado de los ministros de Economía y Exteriores, y se supone que su intervención ha sido supervisada por el Gobierno; sin embargo, ningún miembro del gabinete como tal acompañaba a la Reina Sofía en las reuniones de los Bilderberg, ni se ha informado de su asistencia.

La Comisión Trilateral se constituyó también a mediados de los 70 auspiciada por una de las mayores fortunas norteamericanas, los Rockefeller. Debe su nombre al afán por armonizar los intereses de los tres centros económicos del mundo Estados Unidos, Europa y Asia-Pacífico. Su promoción se realiza a raíz de la gran crisis del dólar y los enfrentamientos entre dichos bloques que ponían en cuestión el sistema monetario y financiero internacional. Su representante en España es Antonio Garrigues Walker, también de las principales multinacionales norteamericanas. En ocasiones se han vinculado estos grupos con las dos obediencias masonas, la francesa y la norteamericana, cosa difícil de probar.

Nos pueden parecer mejor o peor, pero probablemente son inevitables. Estos grupos de presión -de mucha presión-, creadores de opinión, tienen una notable influencia global. Los simples mortales al menos deberíamos estar informados de lo que tratan y quiénes pagan. Seríamos más comprensivos con nuestros representantes electos.