Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Francisco Esquivel

Tiene que llover

Francisco Esquivel

Sí, estoy enganchado

Pese a tener la cuna a tiro de piedra de Estepa, siempre me enganchó más la tableta que los mantecaos

Al turrón. Nunca he ocultado que soy adicto. Desde pequeñito dejé clara la tendencia. Pese a tener la cuna a tiro de piedra de Estepa, siempre me enganchó más la tableta que los mantecaos. De hecho, cuando los más cercanos se interesaban en torno a por qué dejé la Giralda colgada y cogí esta senda fabriqué la leyenda de que para recuperar la ilusión periodística, con lo que quedaba como Dios, pero en realidad fue para tener Jijona a mano. Desde el sur, Benidorm no llamaba entonces la atención. Como crecí veraneando por Torremolinos, la cuota de guiris y de coger mejillones de las rocas de Fuengirola al atardecer las tenía cubiertas. Ahora bien, el turrón permanecía ansioso en el imaginario puesto que hasta que no se colocara el Belén, no había tu tía.

Así que me vine flechao. Pensaba en ello mientras observaba los pasos dados en Fitur para atraerse al gentío viendo cómo se pone el énfasis en que todo el año es verano. Y aunque el drama es que la poca lluvia recibida cala menos que el nubarrón gurteliano en la cúpula del pepé, las luminosas jornadas dan mucho gusto, lo cual me lleva a superarme poniendo los cuatro sentidos en esa dulce adicción que, bajo el permanente cielo protector, sufre a ojos profanos. El sector puede estar tranquilo porque yo solo desestacionalizo. En cuanto llega el camarero preguntando por el postre, nadie se refiere al suyo en primer lugar sino que todos señalan sin temor a equivocarse «a éste, turrón».

Por fin me acerqué en diciembre a la feria del producto que monta Jijona. Conociéndome, no me atrevía. Allí me percaté de que son miles los enganchados y, claro, caí en la tentación. Entre otras alegrías para el paladar, me hice con tarros de kilo de crema de turrón a la piedra que regalé parte a la familia y con los que todavía se les saltan las lágrimas. El compuesto de almendra tostada, limón rallado, canela molida y azúcar estoy tomándolo como si fuese caviar y de ese modo no les oculto que, a cucharaditas, alcanzo el estado de bienestar. A no tardar, será la única vía.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats