En los últimos días, Puigdemont ha recibido tres mensajes que indican, indirectamente, que la paciencia de sus correligionarios se agota. Tres mensajes de próceres soberanistas con problemas judiciales que, ante la negativa del expresident a admitir que el "procés" ha entrado en fase declinante (o de estertor cavernoso), han decidido salvar lo que queda de sus culos antes de que la cómoda, egoísta y cobarde actitud del libertador les meta en más líos. Empezó el exconsejero Mundó (ERC), renunciando al acta de diputado; siguió Mas, dimitiendo como presidente del PDeCAT, y ayer fue el turno de Forcadell, que, como estaba de Dios, desiste de repetir como presidenta del Parlament. (Bastante tiene la pobre con haber abjurado ante el juez de todo lo que hizo y abrir la senda de la retractación que ayer siguieron -veremos con qué provecho- Forn y "los Jordis".) En todos los casos se aducen razones personales y, si acaso, judiciales, pero los mutis de Mundó, Mas y Forcadell esconden un duro reproche a la fantasía de Puigdemont de ser restituido en el cargo, ya sea vía Skype, por persona interpuesta o, para entendernos, por la cara. Mundó fue muy duro en la campaña con "la lista del president", a la que tachó de "partido improvisado en cuatro días", y se va porque, con Junqueras en prisión y Rovira plañendo, y habiendo quedado por detrás de Puigdemont, a ERC no le queda otra que plegarse a los dictados del iluminado de Bruselas si no quiere ser acusada de malbaratar el "procés". Pero llevar la iniciativa también tiene sus riesgos: Mas se lo recordó a "Puigdi" mismamente este miércoles. Vino a decirle: cuídate de desaprovechar la mayoría soberanista revalidada en las urnas, a despecho del 155, con ese empeño tuyo de volver a ser president a toda costa. Sería el colmo: que el "procés" muriera de éxito porque sus rectores no supieron convencer al caudillo de que debía pasar por la cárcel. Pero "Puigdi" lo ve de otra forma: la prisión domestica y él es irredento.
