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Cómo se decide en política

Los prejuicios que nublan nuestro juicio, dejando que las emociones conviertan una elección racional en otra irracional

Según el neurocientífico Moran Cerf, estudioso de la toma de decisiones, esta tarea es agotadora debido a la gran cantidad de energía mental que se consume en ella. También afirma, junto con otros estudiosos más, que la toma de decisiones está cargada de prejuicios que nublan nuestro juicio, dejando que las emociones conviertan una elección racional en otra irracional. Víctor Lapuente Giné señala que hay estudios que indican que normalmente los votantes somos irracionales, ignorantes cortoplacistas y caprichosos. Somos irracionales por castigar a los gobiernos por cosas de las que no son responsables; ignorantes porque no conocemos cómo funcionan muchas cosas como la macroeconomía; cortoplacistas porque solo nos fijamos en los resultados de hechos ocurridos poco antes de las elecciones y caprichosos porque se vota más por adhesión a un grupo o ideología que a partir de un análisis serio de costes y beneficios. Las decisiones están muy condicionadas por los sentimientos. Se suele decir que los sentimientos pertenecen a la parte íntima de la persona y que por tanto deben ser respetados y no cuestionados. Lo cierto es que muchos de ellos nacen de infundadas obstinaciones, prejuicios o principios equivocados o manipuladores, por lo que pueden, y muchas veces deben, ser cuestionados. Así, por ejemplo, el sentimiento nacionalista catalán ha aumentado en los últimos 40 años en parte por la inmersión lingüística del idioma catalán que va acompañada de creencias nacionalistas sesgadas y dadas por verdades absolutas. Por tanto, los sentimientos pueden ser perfectamente cuestionables.

Hay sentimientos que calan en la gente mucho mejor que la información. En la campaña electoral de Donal Trump, este mintió en un sorprendente 70% de las veces, pero eso no importó a los votantes republicanos. Se ha comprobado que a medida que las opiniones políticas de las personas se diferencian más de las de sus oponentes, más se buscan razones para apoyarlas y más aumenta la tendencia a incurrir en sesgos de confirmación, llegando a creer noticias partidarias, aunque sean claramente falsas. En las decisiones políticas es importante la influencia de los grupos de pertenencia. En la toma de decisiones en general, y en las decisiones políticas en concreto, suele ser importante la influencia del grupo de confianza. Hay varios estudios en psicología social sobre la influencia que ejerce el grupo a la hora de decidir. James Surowiecki comprobó que en determinadas circunstancias la opinión de muchos termina siendo más inteligente que la individual. Scott E. Page muestra cómo los grupos que tienen un rango de perspectivas diferente superan a los grupos de expertos de ideas afines, es decir, la diversidad produce resultados superiores. J. Becker, D. Brackbill y D. Centola, concluyen también que la influencia social del grupo puede mejorar el proceso de toma de decisiones colectiva. En cambio, C. R. Sunstein y R. Hastie comprueban que a veces los errores previos a la deliberación de los miembros del grupo se amplifican como consecuencia de dicha deliberación y durante ella la información compartida con frecuencia domina y desplaza a la no compartida, de forma que los grupos no aprenden lo que saben sus miembros. De esta forma se comprueba que muchos grupos no mejoran la decisión y en muchas ocasiones incluso toman peores decisiones que las que se tomaría con las ideas de un miembro medio.

El manejo de los líderes de opinión hace que muchas veces los resultados no sean los deseables, como ocurre con frecuencia en los sistemas asamblearios que tanto gustan en Podemos, en los que con frecuencia se decide en función del control que ejercen unos pocos miembros con poder de persuasión y que suelen tener más información, muchas veces sesgada. Los líderes políticos con frecuencia apelan a las grandes pasiones: la identidad nacional, el sentimiento de pueblo, el resentimiento€ Esto se hace sabiendo que los ciudadanos no piensan en sus problemas diarios (pobreza, desigualdad, violencia machista) cuando tienen en mente pasiones comunes. En efecto, la memoria nos juega malas pasadas, de forma que es difícil recordar los problemas cotidianos cuando nuestro estado de ánimo está afectado por la exaltación de las grandes pasiones comunes. Las malas praxis de los políticos deterioran la forma en la que la gente decide. El hecho de que el votante sea indolente, irracional e ignorante, en buena medida es debido a la actitud de los políticos. Analizar los programas electorales para decidir racionalmente e informado exige mucho esfuerzo debido a la falta de transparencia de los mismos. También supone un considerable acto de fe, pues se es consciente de los incumplimientos de programas anteriores. En este sentido se precisaría dificultar y castigar las manipulaciones de los partidos. Actualmente tanto internet como las redes sociales que emiten mensajes cortos y no contrastados, se han convertido en canales de manipulación informativa. La brevedad del mensaje exige cierto extremismo pues la falta de espacio para argumentar se debe compensar con mensajes más radicales y rotundos. Para el ciudadano medio es muy difícil distinguir entre el político estadista con verdadero carisma y el populista manipulador y el votante sensato se encuentra en un dilema de difícil solución.

En el lado de los propios políticos, según la clasificación que hace Carlo M. Cipolla sobre el comportamiento humanos, hay muchos de ellos que son estúpidos porque perjudican a los demás y también a sí mismos. Piénsese por ejemplo el caso reciente del "procés" separatista catalán en el que los dirigentes se saltaron la normativa básica nacional y autonómica, las resoluciones del Tribunal Constitucional, así como las indicaciones de los juristas de la cámara autonómica. Además, dijeron que Cataluña seguiría en la UE después de la secesión, que seguiría en el euro, que no se irían sus empresas o que sería irrelevante tal salida, que serían reconocidos internacionalmente como estado independiente de forma inmediata, etc. Es decir, una multitud de mentiras, conscientes o no, que no beneficiaban al ciudadano, pero tampoco a ellos dado que como era previsible, terminarían con imputaciones quizá penales.

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