Recientemente varias personas me han felicitado pues, al parecer, la Filosofía volverá a ser obligatoria en Bachillerato el próximo curso, como estaba antes de la LOMCE. Muy contento me dispongo a leer un borrador del próximo decreto que regula la educación Secundaria y el Bachillerato en nuestra Comunidad, y que debía traer la gran noticia. Sin embargo, la realidad es otra. Es cierto que hay algún gesto, pero no se ha entendido buena parte de nuestra preocupación.

Para empezar, el Bachillerato de Artes queda excluido de dicha obligatoriedad. Un pobre Rafael pintando su «Escuela de Atenas» preguntándose quiénes demonios eran esos tipos tan estrambóticos que salían de sus pinceles. Unos artistas sin conocimientos de estética ni Filosofía del Arte... bueno, no hace falta para diseñar logos (de otro tipo) a empresas o para perpetrar sensibleras campañas publicitarias. Salvo que mis alumnas y alumnos de Artes tienen mucho más talento y carácter filosófico que la mayoría de los políticos que deciden qué materias constituyen su currículum. A ellas y ellos me debo, y es por respeto a su talento y a su inteligencia que siento mi deber denunciar la situación. No saben Filosofía, pero intuyen que la diferencia entre algo «mono» y una obra de arte surge de una forma ambiciosa y diferente de mirar. Las asignaturas técnicas les dan las herramientas, pero la perspectiva, el atrevimiento, el componente crítico y puramente creativo crece con el conocimiento de la estética como forma de reflexión. Fue Platón quien concibió la belleza como ideal en El Banquete y el que da sentido a términos como «inspiración», y Aristóteles, en La Poética, el que configura las bases de lo que ha de ser considerado como «arte». Señores políticos, El Banquete y La Poética son obras de Filosofía. Mis alumnas y alumnos se merecen una formación artística completa, antes de la LOMCE tenían, al menos, formación filosófica y cabe exigir una razón para su exclusión.

Pero esto no es lo peor. En Educación obligatoria sigue siendo posible acabar los estudios sin haber dado jamás una sola hora de Ética, Filosofía o valores éticos o cívicos. Todo es simplemente optativo. Qué pasará por la cabeza de un asesino de mujeres, de una manada que piensa que ellas sólo son un juguete de su violencia, del joven «normal» que un día decide radicalizarse, de una sociedad que no es capaz de dialogar ni entenderse... de tantas personas que no tendrán en su educación lugar para la reflexión.

Dicha reflexión ha de trascender lo meramente trasversal y convertirse en un eje fundamental de la educación. No se trata de trasmitirles una serie de buenas maneras a modo de recordatorio desde otras materias (que siempre viene bien), hablamos de la necesidad profunda de reflexión sobre cuestiones sociales y éticas que determinarán la sociedad futura y que deben partir de un enfoque mucho más concreto. Ejemplos como la maternidad subrogada, u otros igualmente complejos y en debate no pueden depender de los criterios morales o religiosos de los profesores de cualquier materia. Los alumnos han de contar con herramientas objetivas que le permitan enfrentar el mundo de forma autónoma y responsable, el apresuramiento propio de los tiempos que vivimos se las niega, y toda una sociedad sufre las consecuencias; machismo, violencia, brechas sociales...

Demasiado a menudo se habla en prensa de la necesidad de una educación en valores digna de los retos de una sociedad periódicamente golpeada por distintos motivos. El sesudo diagnóstico de políticos y medios de comunicación es siempre el mismo: es necesario dar respuesta a estos retos desde la prevención que supone una buena formación en valores. Artículos, tertulias, declaraciones de políticos, etcétera, están de acuerdo en algo tan evidente. Salvo cuando ha de llevarse a cabo.

No lo han entendido. Era de esperar. Las filósofas y filósofos no queremos más horas, queremos al menos lo que la LOMCE le quitó a nuestras alumnas y alumnos y a la sociedad entera. La posibilidad de que la reflexión crítica forme parte de la formación de nuestros jóvenes como personas. Sin eso estamos desprotegidos ante un mundo complejo y maravilloso, pero también lleno de retos difíciles de afrontar. Mientras nuestras administraciones no entiendan esto, nosotras y nosotros seguiremos insistiendo.