Lo que parecía una inocentada resultó ser el proyecto más esperpéntico de los últimos años, si bien es cierto que este asunto no debería ocupar muchas portadas por respeto a los grandes problemas que tiene la ciudad, especialmente derivados de la nula gestión del patrimonio cultural, este tema, que tanta opinión ha generado, es un síntoma de la capacidad de nuestros gobernantes, de la escasez de ideas y de la falta de conciencia sobre la importancia histórica de Orihuela.

¿Por qué hay que cambiar el escudo?, ¿por imperativo legal? No. Un alcalde y una corporación convencidos de la relevancia histórica de Orihuela como antigua cabeza de gobernación y segunda ciudad en importancia del reino de Valencia, sede episcopal y universitaria, deberían esgrimir estos argumentos para defender nuestro escudo histórico, sí histórico, pues mientras en la universidad debatimos si el arte contemporáneo es patrimonio, aquí eliminamos de un plumazo un emblema que es centenario, y lo más importante, identitario, donde todos los oriolanos se sienten identificados, cuyo diseño es fruto de la evolución en el tiempo del blasón de la ciudad y que nos representa a todos, de ahí el rechazo que ha suscitado la propuesta de cambio entre la ciudadanía.

Las armas de la ciudad han ido evolucionando a lo largo de los siglos con distintos diseños y ejemplos, fruto de las tendencias artísticas del momento y de la adopción de nuevos significados, junto a los adornos, que variaban según el estilo artístico imperante en cada época: cueros y mascarones en el Renacimiento, los variados motivos decorativos del Barroco, rocallas en el Rococó, o los lambrequines actuales incorporados a principios del siglo XX. Pero en la coyuntura actual, donde el concepto patrimonial está arraigado en la ciudadanía y en la propia legislación, nos hace replantear la conservación de un escudo que está en uso desde el año 1906, para pedir su protección como patrimonio cultural de la ciudad de Orihuela.

El símbolo de la ciudad es el Oriol, ha sido representado con distintas formas y atributos como son: la corona como imagen del estamento civil, la espada como defensa de los valores, tradiciones, fueros, y privilegios que nuestro territorio ha ido atesorando con el transcurrir de los siglos, la aureola como símbolo de la creencia, fe y significado sagrado del Oriol, en este caso, connotaciones religiosas vinculadas al momento de la reconquista cristiana donde tiene su origen el emblema de Orihuela.

Las armas de la ciudad, es decir el Oriol, se representaba acompañado del escudo de la Corona de Aragón, a la que pertenecía la urbe orcelitana desde 1304. Esta representación era diferenciada, tal como aparece en los bordados de la bandera de la ciudad, originaria del siglo XVI, en la Puerta de Callosa o de la Olma (1558), o en el escudo del antiguo Pósito (1607), por citar algunos ejemplos destacados. A finales del siglo XIX, estos dos escudos aparecen unidos, pero bien diferenciados, hasta que en 1906 se funden en uno sólo en el diseño del actual blasón que ostenta la ciudad.

Desde el punto de vista jurídico se podían haber trasladado argumentos que justificasen la defensa de nuestro símbolo tradicional desde una perspectiva amplia de la interpretación del Derecho, que fuera más allá de la literalidad de la norma, interpretando el Decreto 72/2015 no solo desde el sentido literal de las palabras, sino también en relación con su contexto, los antecedentes históricos y legislativos, atendiendo al espíritu y finalidad de la norma, tal y como establece el artículo 3.1 del Código Civil. No ha sido así. Por el contrario, muchas ciudades históricas de la Comunidad Valenciana han mantenido sus escudos históricos haciendo valer su historia: Alcoy, Elche, la propia Valencia, ? ¿por qué el Ayuntamiento no ha defendido sus símbolos?, ¿quién es el promotor de esta idea?, ¿qué informes históricos la avalan?, ¿qué será lo próximo?, ¿nuestra bandera? Muchos interrogantes quedan en el aire, aunque me temo que no tendremos respuestas.

Pero este asunto no tendría que ocupar ni siquiera estas líneas. Nuestra preocupación se debería centrar en el bombardeado Centro Histórico, sí aquel que iba ser declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, del abandono del Palacio de Rubalcava y de su patrimonio mueble, del arruinado Castillo de Orihuela, del languideciente Palmeral, del deterioro de muchos monumentos de la ciudad ? pero sobre todo de la falta de ideas para definir el modelo de ciudad que queremos donde el patrimonio cultural debería ser el principal motor económico junto a nuestra olvidada costa. Al fin y al cabo, como podemos comprobar, todo son promesas que no se cumplen, programas electorales que se volatizan una vez que nuestros políticos alcanzan el tan anhelado y cotizado sillón.