Queridos Reyes Magos:

Espero no importunaros con esta carta en unos días, en los que seguro estáis muy atareados, con tantas que habréis recibido de los niños. En primer lugar quiero daros las gracias por persistir en vuestra tarea de visitarnos todos los años, a pesar de la competencia que os ha salido con la profusión de papás noeles que venidos de otras partes del mundo se quieren apropiar del mercado de las ilusiones de los niños españoles, a quienes habéis servido durante tanto tiempo, cuando no también de esa cosecha de calabazas de Halloween, que, según «los más progres» de nuestro país, son expresión de la modernidad y la vanguardia del progreso. A pesar de todo ello, no os desaniméis en vuestras anuales visitas, pues el hecho de seguir celebrando vuestra fiesta que tanta ilusión produce es un regalo para un país que tanto la necesita. Sed fieles a lo que siempre ha sido vuestra misión: mantener viva la ilusión y la esperanza y no hagáis mucho caso de quienes quieren utilizar las tradiciones de esta fiesta en beneficio de intereses partidistas y de las reivindicaciones más variopintas. A cada cosa, lo suyo.

El poeta León Felipe decía que para los niños españoles los Reyes Magos eran los más sabios del mundo. Conocéis todas sus ilusiones y hasta el comportamiento de cada uno; no en vano, sois magos y no estaría de más que este año trajeseis a nuestro país un poquito de esa sabiduría, sobre todo tan necesaria para aquellos que tienen como misión gobernarnos, pues tengo la impresión de que, en general, andan bastante desconcertados. Ya el rey Salomón, un personaje también de Oriente y, aunque anterior a vosotros, perteneciente a los tiempos bíblicos, cuando subió al trono, Dios le preguntó qué don quería que le concediese y él pidió sabiduría para poder gobernar a su pueblo. Esa sabiduría que no se puede confundir con el saber libresco, aunque no estaría de más que distribuyáis por estos pagos unos cuantos libros y despertéis las ansias de la lectura. Vosotros que estáis acostumbrados a vivir en los belenes mezclados con la gente sencilla: la mujer que hace la colada, la panadera, el pescador, el agricultor, el artesano? haced comprender que la misión de quienes nos gobiernan es atender el día a día de las personas que más lo necesitan, que no se trata tanto de estar mirando el mundo de las estrellas, las falsas ilusiones en las que nos quieren hacer creer, sino la casa humilde en la que se posó la estrella que os guiaba.

Bueno, y ya de paso que venís de Oriente, me imagino que por el camino os encontraréis con muchas personas que huyen del horror de la guerra, de lugares que vosotros conocéis bien, como Siria, Irak, Yemen, Palestina... A ver si conseguís guiarles y si no podéis acabar con tanto Herodes suelto, al menos que los inocentes que huyen encuentren un camino para escapar y un refugio seguro que les pueda acoger dignamente. Sería un buen regalo para ellos y también para todos nosotros: la sabiduría que nos hace conocer que lo más productivo es aquello que se sabe compartir y que nos proporciona la amplitud de miras para ensanchar el estrecho mundo en el que vivimos.